Convivencia y educación
Estoy convencido de que existe educación porque vivimos en sociedad.
No me refiero a la cultura, sino a la educación.
La cohesión social, frente al individualismo, exige el respeto a unas normas que deben ser aprendidas. La aprehensión del conocimiento del medio en el cual se desenvuelve el individuo es una cuestión diferente.
La educación, por consiguiente, estaría tan estrechamente vinculada a la sociedad, a su superestructura constitutiva, que impediría -salvo como utopía- la célebre alianza de civilizaciones.
Por este motivo se acrecientan los fracasos educativos cuando se tratan de mezclar las estructuras sociales más dispares, más contradictorias, sin procurar un equilibrio con renuncias y sacrificios.
En todo caso, conviene también recordar que todo proceso educativo conlleva una carga importante de violencia, siempre que asumamos que la autoridad debe imponer una disciplina que contrarreste la laxa acción que responde a los impulsos primarios del individuo.
Convivir en sociedad implica necesariamente la renuncia al impulso de acción instintivo personal -llamémosle mejor aceptación de las normas.
Pensemos en el respeto a las normas de conducción.
Pensemos...
Respeto...
Normas...
Quizás sea mal momento para plantearse estas cuestiones.
Pensar.
Respetar.
Aceptar las normas.
No me refiero a la cultura, sino a la educación.
La cohesión social, frente al individualismo, exige el respeto a unas normas que deben ser aprendidas. La aprehensión del conocimiento del medio en el cual se desenvuelve el individuo es una cuestión diferente.
La educación, por consiguiente, estaría tan estrechamente vinculada a la sociedad, a su superestructura constitutiva, que impediría -salvo como utopía- la célebre alianza de civilizaciones.
Por este motivo se acrecientan los fracasos educativos cuando se tratan de mezclar las estructuras sociales más dispares, más contradictorias, sin procurar un equilibrio con renuncias y sacrificios.
En todo caso, conviene también recordar que todo proceso educativo conlleva una carga importante de violencia, siempre que asumamos que la autoridad debe imponer una disciplina que contrarreste la laxa acción que responde a los impulsos primarios del individuo.
Convivir en sociedad implica necesariamente la renuncia al impulso de acción instintivo personal -llamémosle mejor aceptación de las normas.
Pensemos en el respeto a las normas de conducción.
Pensemos...
Respeto...
Normas...
Quizás sea mal momento para plantearse estas cuestiones.
Pensar.
Respetar.
Aceptar las normas.
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