El límite de la rendición
Queremos un Gobierno que no mienta, fue el lema de los pancarteros de las izquierdas en los nefastos días entre el atentado del 11 de marzo de 2004 y las elecciones del día 15.
Y triunfó la infamia. La coalición de todos contra el PP llegó aupada sobre la mayor matanza del último medio siglo en España.
Lemas y consignas. Burda propaganda para mentes débiles. Sentido frente a sensibilidad.
Afrontar la realidad con firmeza, como oponernos a los elementos, nos hiere antes de que podamos curtir nuestra piel para defendernos de las laceraciones que nos produce el roce con el mundo. Entonces lo fácil es huir, seguir la corriente, dejar que el mundo nos arrastre.
Pero así renunciamos a ser nosotros mismos y nos transformamos en parte del torbellino. Ya no sabremos cuándo vamos a recuperar nuestra identidad, cuándo vamos a poder decidir otra vez por nosotros mismos.
Además, en la mayoría de las ocasiones, habremos errado en el cálculo de nuestras posibilidades frente al otro. El torbellino podrá ser pequeño o grande, pero si hemos renunciado a hacerle frente ya estamos perdidos.
Pues así se encuentra España frente a su identidad y frente al mundo.
El Gobierno del Sr. Rodríguez se deja arrastrar indolente en el furor de las aguas, incluso en las remansadas aguas del estanque, pero también en las procelosas turbulencias del acoso destructor de la nación y de las instituciones.
Perdemos la identidad y terminaremos no siendo nada.
Lemas y consignas. Burda propaganda para mentes débiles. Sentido frente a sensibilidad.
Afrontar la realidad con firmeza, como oponernos a los elementos, nos hiere antes de que podamos curtir nuestra piel para defendernos de las laceraciones que nos produce el roce con el mundo. Entonces lo fácil es huir, seguir la corriente, dejar que el mundo nos arrastre.
Pero así renunciamos a ser nosotros mismos y nos transformamos en parte del torbellino. Ya no sabremos cuándo vamos a recuperar nuestra identidad, cuándo vamos a poder decidir otra vez por nosotros mismos.
Además, en la mayoría de las ocasiones, habremos errado en el cálculo de nuestras posibilidades frente al otro. El torbellino podrá ser pequeño o grande, pero si hemos renunciado a hacerle frente ya estamos perdidos.
Pues así se encuentra España frente a su identidad y frente al mundo.
El Gobierno del Sr. Rodríguez se deja arrastrar indolente en el furor de las aguas, incluso en las remansadas aguas del estanque, pero también en las procelosas turbulencias del acoso destructor de la nación y de las instituciones.
Perdemos la identidad y terminaremos no siendo nada.
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