2005-06-08

Después de nuestra manifestación

Publicado en ABC

La manifestación del pasado sábado en exigencia de rectificación al Gobierno respecto a su política antiterrorista ha sido, sin duda, un éxito. Tal valoración hay que extenderla primero a la AVT, que tuvo la valentía de convocarla, y después a las organizaciones cívicas que, como el Foro Ermua, la hemos secundado, así como al conjunto de los ciudadanos que, celebrando una verdadera fiesta de la solidaridad con las víctimas del terrorismo, sin el menor incidente y con la satisfacción de estar diciendo la verdad, estuvimos allí dando nuestro apoyo a aquella reivindicación: no queremos que el Gobierno negocie con ETA, apoyándose en una engañosa resolución parlamentaria maquinada para dar satisfacción a nacionalistas de toda procedencia, más ocupados en deshacer lo que todavía queda de nuestra nación española que en construir un futuro en libertad; y sí queremos que el Gobierno se proponga, sin el menor asomo de duda, derrotar a ETA, pues ha sido con este objetivo con el que, finalmente, en los últimos años, utilizando todos los instrumentos legales, policiales y judiciales, el Estado ha logrado reducir, hasta su menor expresión, el terrorismo nacionalista vasco.

Se ha dicho, sobre todo por quienes hubiéramos deseado que nos acompañaran, que la convocatoria no era oportuna porque había que dar un cierto margen de credibilidad al Gobierno, olvidando que su presidente, tratando de halagar nuestros oídos, ya nos había engañado en una ocasión, y que, en estos asuntos, no cabe otra fe que la que se refleja en los hechos palpables, en las realidades inequívocas de la acción política. Y los hechos han mostrado que, en este caso, ese Gobierno no ha dudado en emplear todos los resortes del poder para impedir la presencia de los que, desde el Partido Socialista, están con nosotros y nos han hecho llegar su vehemente deseo de que tuviéramos éxito.

Se ha dicho también que esta manifestación estaba manejada por el Partido Popular —como sugiriendo, de paso, que esta opción política carece de pedigrí democrático, e incluso de legitimidad, para convocar a los ciudadanos—, cuando el hecho cierto es que el PP ha sumado su voluntad a la nuestra sin exigir nada a cambio. Y lo ha hecho porque ello responde al compañerismo y a la mutua confianza que se ha ido forjando en la lucha que, durante muchos años, hemos llevado juntos, sin preguntarnos por nuestro origen ideológico, en el País Vasco por la libertad, contra el terrorismo y el nacionalismo que inspira su desprecio a nuestro ser y existir como españoles.

Así pues, la manifestación era oportuna y necesaria. Y nosotros, los que hemos trabajado sin descanso para organizarla, como dijo una vez Jean Cocteau, «sin saber que era imposible, fuimos y la hicimos». Y nos han acompañado en ella centenares de miles de ciudadanos venidos de todos los rincones de España, procedentes del norte y el sur, de los archipiélagos y del interior peninsular, de la España africana y de la España que peregrina por los países más alejados del mundo; ciudadanos de izquierda y de derecha impelidos por un genuino sentimiento de solidaridad con quienes más de cerca hemos sufrido el devastador embate del terrorismo; ciudadanos que han mostrado su inequívoco mandato de que, en su nombre, no se negocie con ETA y se cometa así una injusticia irreparable respecto a los que murieron bajo sus acciones armadas y a los que les hemos sobrevivido.

Por ello, para el Gobierno, ha llegado la hora de la rectificación. Y no bastarán unas ingeniosas palabras vacías de significado, como es costumbre en su presidente. El señor Rodríguez Zapatero ha agotado todo su crédito entre nosotros y se verá obligado a hablar con hechos: derrotar a ETA no es sólo desarrollar una eficaz lucha policial, es también impedir, con los medios que las leyes otorgan, la constante presencia política de Batasuna; es emprender, aunque sea tardíamente, el proceso de ilegalización del PCTV y, con ello, poner coto a la presencia de ETA en el Parlamento vasco; es preservar en todo momento el Estado de Derecho frente a su continua transgresión por los que, en el País Vasco, en Cataluña o en cualquier otra parte, trabajan sin descanso por una secesión que casi nadie desea; es dejar de utilizar el lenguaje y la inspiración nacionalista de la política, porque de lo que se trata es de salvaguardar nuestro sistema autonómico y democrático, de renovar día a día la proclamación constitucional de la indisoluble unidad de la nación española y no de abrir vías para su destrucción; es, en fin, volver a buscar el acuerdo y la complicidad entre los dos partidos mayoritarios para reafirmar la inconmovible vigencia del Pacto por las Libertades y contra el Terrorismo.

Son hechos y no palabras huecas lo que reclamamos y necesitamos. Se ha acabado el engaño. No añada el señor Rodríguez Zapatero la perversión moral de un oportunismo sin límites a la indigencia intelectual de su discurso político. Sólo con hechos que hagan creíble su rectificación podremos los ciudadanos prorrogar la cesión del poder que le otorgamos hace poco más de un año, con ocasión de las elecciones generales, pues no se debe olvidar que el poder no se alcanza ni se tiene, sino que sólo se entrega temporalmente por la ciudadanía. Y es esa ciudadanía la que, de manera inequívoca, ha recuperado el espíritu que, en diciembre de 2003, en la ciudad de San Sebastián, logró expresar con maestría indudable, al acabar otra manifestación, el bertsolari Pello Urquiola:

«Si seguimos todos unidos,
conseguiremos lo que nos falta;
no perdamos la esperanza,
se está acercando el día»