El dolor de quienes no son víctimas

Resulta difícil ponerse en la piel de quien ha sufrido el zarpazo del terrorismo de ETA. Admito que antes del asesinato de mi hermano y su mujer, mi indignación ante la barbarie del terror, era pasajera, pasada la convulsión ésta venía asumida como algo cotidiano a lo que los españoles nos estábamos por desgracia acostumbrando.

Estas palabras retratan a una víctima del terrorismo: Teresa Jiménez Becerril que, en carta abierta a quienes se solidarizan con su dolor, reprocha al Presidente que creó un Alto Comisionado de Apoyo a las Víctimas del Terrorismo, la humillación que supone para las víctimas asistir al empeño del Parlamento para que el Gobierno negocie con los asesinos.

Cruel Pilar Manjón, dígale a su Presidente Rodríguez que, puesto que ustedes son solidarios con las víctimas, mirando a los ojos, le digan a Teresa que ella no es una víctima, porque los criminales etarras asesinaron tan sólo a su hermano y a su cuñada.

Después, Pilar, dirija su mirada a los ojos de los huerfanitos que quedaron en Sevilla, y les repite que ellos no son víctimas, porque no han perdido a un hijo en un atentado criminal.

Luego, Sra. Manjón, espere a que amanezca un nuevo día, y llore... porque hoy ya es tarde.

Anochece en nuestros corazones y estamos tristes.

Mientras tanto, Teresa, desde su dolor, que nosotros compartimos, tiene palabras de agradecimiento:

Desde estas páginas quiero agradecer públicamente a todos aquellos que con su pluma, con su voz, o con cualquier otro medio defienden la dignidad de quienes sufrimos a causa de ETA. Para mí el mérito de estas personas es doble, porque sin vivir nuestro dolor, logran hacerlo un poco suyo y por tanto nos aligeran el peso. Gracias de corazón, en mi nombre y en el de los míos.

No, Teresa, el mérito es vuestro. Infinito. Lo sentimos y el recuerdo de vuestra tragedia nos arrasa los ojos con lágrimas que no le sirven a la Sra. Manjón.