¿Es ético dar hijos en adopción a homosexuales?
Catholic.net - Auxiliadora García Bellorín - 25/02/2002
No se trata de coaccionar la libertad de adopción, sino de buscar el bien común de una sociedad en libertad.
Escuchaba a una de las diputadas de la Ciudad de México, decir: “es una inmoralidad no permitir que las parejas de homosexuales puedan adoptar hijos, la legalidad tiene que estar acorde con la actualidad”. Ante esto, me preguntaba, ¿ésta señora, será de las que piensan que “la MORAL es un arbusto de moras”?, como decía un periodista en otra estación de radio.
¿Debe acaso, la ley legalizar las ideas liberales de un pequeño grupo de la sociedad? No voy a hablar aquí de estadísticas, que si son muchos o son pocos, porque las estadísticas en muchos casos se acomodan según los intereses de la defensa.
Pero si usted se toma la molestia de preguntar a unas diez personas -de distintos sectores económicos, sociales, políticos y religiosos- si darían a un niño en adopción a una pareja de homosexuales, lo más seguro es que ninguna, o a lo más una, le digan que sí. Esto porque en general, la mayoría reconocemos que el matrimonio y la familia son las instituciones más eficaces para la educación de los niños y el crecimiento humano de la sociedad. Es cierto que no todos los matrimonios funcionan de maravilla, pero también lo es el que no debemos dejarnos llevar por las ideas de una minoría, que pretende hacernos creer que una pareja de homosexuales sea el más adecuado núcleo familiar.
Respetamos las opiniones de las minorías, pero la familia es la cuna de la vida, educadora del ser humano, sostenedora de los valores de la humanidad. La familia es el fundamento de la sociedad civil, donde se prepara el porvenir de las naciones.
Decía el Cardenal Goma: “La familia es el yunque donde se forja el espíritu de la raza, donde se templa el alma de los pueblos”. La experiencia familiar es, en gran medida, la que configura nuestra identidad como personas. En el seno de la familia es donde deben sembrarse la educación y los valores en los niños. No se trata de coaccionar la libertad de adopción, sino de buscar el bien común de una sociedad en libertad.
Algunos medios de comunicación y algunas minorías nos quieren hacer ver que eso de la felicidad matrimonial no existe, que es un contrato que dura poco, que el aborto y la anticoncepción son derechos que deben exigir las mujeres, que las “tomas artísticas” de jóvenes semidesnudas no son pornografía, que la homosexualidad es una opción de vida, que incluso deberían formar familias para adoptar niños.
Quieren arrasar con nuestras familias, porque como estructura social, no les permite destruir los valores, las creencias, los hábitos de vida y de consumo, que por años hemos vivido. Y nos tratan como retrógrados por defender la vida, la familia y los valores humanos y cristianos.
Hoy por hoy me atrevo a decir que la familia es una institución querida por Dios, donde el hombre y la mujer asumen su valor como ser humano, por tanto defendamos la moral que debe prevalecer en ella.
Finalmente, me gustaría, compartir el concepto de moral, para aclarar aquello del arbusto de moras: La moral trata sobre los deberes y derechos del hombre que se pueden descubrir en la ley natural.
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