Accidentes
El drama del infortunio y la tragedia de las familias afectadas nunca deben ser obscenamente manipuladas por intereses políticos. Mas lo ha hecho el PSOE cuando estaba en la oposición -manteniéndose en esa actitud tan despreciable, algún minijtro actualmente-.
Fuera el descarrilamiento de un ferrocarril, fuera el hundimiento de un barco o fuera la colisión de un avión, todos trágicos accidentes con más o menos víctimas mortales, con más o menos daños ambientales, pérdidas patrimoniales, todos se convertían en motivo de repulsa hacia el Gobierno. Porque cualquier tragedia tenía un responsable, pudiendo incluso acusar directamente de causante -por omisión en el socorro inmediato, cuando no por imprevisión por la incapacidad para haber evitado el mal-, fuera un ministro o fuera el propio presidente del gobierno.
Eran tiempos de crispación social, cuando la respuesta ciudadana ante esas tragedias orquestaban manifestaciones multitudinarias animadas por la presencia de importantes referentes culturales como los Bardem y demás actores y cantantes comprometidos.
Después vendría la oposición a terminar la Guerra del Golfo, aquella olvidada guerra donde nos embarcó el buen presidente González.
Ahora las cosas han cambiado. Ahora las trágicas muertes de todos los componentes de alguna brigada de lucha contra los incendios no serán debidas a la descoordinación para organizar los medios de extinción, ni se deba a la omisión de las autoridades en la asunción de sus responsabilidades para disponer los adecuados sistemas de prevención para la propagación del fuego, sino consecuencia exclusiva de la fatalidad.
Será suficiente con crear un gabinete de crisis 24 horas después de la tragedia, para acusar al anterior gobierno de la imprevisión, porque los bosques que ahora se han cobrado la vida de una docena de personas crecieron bajo su mandato.
Fuera el descarrilamiento de un ferrocarril, fuera el hundimiento de un barco o fuera la colisión de un avión, todos trágicos accidentes con más o menos víctimas mortales, con más o menos daños ambientales, pérdidas patrimoniales, todos se convertían en motivo de repulsa hacia el Gobierno. Porque cualquier tragedia tenía un responsable, pudiendo incluso acusar directamente de causante -por omisión en el socorro inmediato, cuando no por imprevisión por la incapacidad para haber evitado el mal-, fuera un ministro o fuera el propio presidente del gobierno.
Eran tiempos de crispación social, cuando la respuesta ciudadana ante esas tragedias orquestaban manifestaciones multitudinarias animadas por la presencia de importantes referentes culturales como los Bardem y demás actores y cantantes comprometidos.
Después vendría la oposición a terminar la Guerra del Golfo, aquella olvidada guerra donde nos embarcó el buen presidente González.
Ahora las cosas han cambiado. Ahora las trágicas muertes de todos los componentes de alguna brigada de lucha contra los incendios no serán debidas a la descoordinación para organizar los medios de extinción, ni se deba a la omisión de las autoridades en la asunción de sus responsabilidades para disponer los adecuados sistemas de prevención para la propagación del fuego, sino consecuencia exclusiva de la fatalidad.
Será suficiente con crear un gabinete de crisis 24 horas después de la tragedia, para acusar al anterior gobierno de la imprevisión, porque los bosques que ahora se han cobrado la vida de una docena de personas crecieron bajo su mandato.
1 Comentarios:
Muy bueno el artículo del tal tirapu, que coincide con caraacara, date una vuelta y ánimo con tu blog, es muy bueno y serio. Abrazos,
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