Aborto: un crimen.
En el artículo elaborado por la redacción de Análisis Digital se evidencia hasta qué punto el aborto es un crimen. Un atentado contra la vida humana, un acto que persigue la aniquilación de un ser humano, de una vida cuando más indefensa se encuentra y más desamparada se halla. Y quienes defienden la legitimidad de esta cruel práctica difícilmente pueden argumentar con coherencia que persiguen un mayor bienestar o buscan una sociedad más próspera y mejor. Matar inocentes no contribuye a mejorar ninguna sociedad.
Más de cincuenta bebés sobreviven cada año al aborto en el Reino Unido.
Una agencia gubernamental británica ha concluido que al menos 50 niños sobreviven cada año al aborto en los hospitales públicos. El Colegio Real de Obstetricistas y Ginecólogos británicos recomienda la utilización de métodos expeditivos: la inyección letal. Una portavoz de esta organización advierte de que si el niño muere después de haber nacido con vida, puede acusarse al personal médico de infanticidio.
El aborto es legal en el Reino Unido hasta la vigésimo cuarta semana. Para entonces, las posibilidades de supervivencia para un niño que nace prematuramente en las islas británicas son del 70 ó el 80%. E incluso antes, entorno al ecuador del embarazo, los médicos británicos reconocen que las expectativas son bastante altas.
Estos datos, que deberían ser una magnífica noticia para una medicina comprometida con la vida, se han convertido en una pesadilla para los médicos abortistas. El útero materno permite matar impunemente al niño. Pero si el aborto fracasa, nace un niño en estado, por lo general, crítico. Y si muere sin que los médicos que han intentado acabar con su vida hagan ahora todo lo posible por salvarla, podrá acusárseles de infanticidio. Lo advierte Shantala Vadeyar, que ha dirigido un estudio para el Colegio Real de Obstetricistas y Ginecólogos para confirmar y estudiar las repercusiones del estudio de una agencia gubernamental sobre abortos fallidos. El Colegio Real, en consecuencia, recomienda utilizar inyecciones letales que provoquen al niño un paro cardiaco, un método que suelen rechazar los médicos por los riesgos que conlleva para la madre.
El estudio acerca de la supervivencia al aborto se encuentra todavía en una fase incipiente, y habrá que esperar al menos un año para obtener resultados más precisos. Además, se refiere únicamente a los abortos llevados a cabo por el Sistema Nacional de Salud. La primera señal de alarma le llegó al Ministerio hace tres meses, tras el análisis de 31 casos en el Noroeste de Inglaterra llevado a cabo por especialistas de Manchester.
Una de las supervivientes, Gianna Jessen, hablará el próximo 6 de diciembre ante el Parlamento británico. Jessen tiene ahora 28 años y es músico profesional, pero el aborto fallido le dejó secuelas en el cerebro. La joven hablará como portavoz de la campaña “Vivo y pataleando”, a la que se han sumado varias organizaciones en el Reino Unido. Según denuncia una de ellas, la coalición provida estudiantil Student Lifenet, el número de casos de muerte después del nacimiento tras abortos fallidos es muy superior al declarado. “La autorregulación no está funcionando”, afirma su directora.
Pero ésta es sólo la punta del iceberg. La campaña “Vivo y pataleando” recoge estas dramáticas cifras: 6.231.033 bebés han perdido sus vidas desde la legalización del aborto, en 1967. Esto supone más de un 10% de la población actual del Reino Unido, y una cifra de muertos 5 veces superior a las víctimas británicas en las dos guerras mundiales. Cada día, mueren más de 600 bebés por el aborto.
Otro asunto preocupante es el de los niños con minusvalías, tales como el síndrome de Down. Según el estudio del Gobierno, la generalización del diagnóstico prenatal ha convertido el aborto de estos bebés en una cuestión prácticamente de rutina.
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