Contento y ufano a punto de pasar a la Historia
O el hombre que no veía amanecer... ni atardecer, ni el sol ni la sombra. El hombre que parecía no ver nada, perplejo en su mundo, encerrado tras una sonrisa. Rodríguez Zapatero, el hombre que llegó a Presidente.
Mariano Rajoy, en su discurso el 15 de enero de 2007 ante el Congreso, apunta el siguiente esbozo de este hombre, respecto a su capacidad y competencia como Presidente de Gobierno:
Tan contento se mostraba el señor Rodríguez Zapatero de la marcha de las cosas, que el día 29 de diciembre se dirigió a la nación para que los españoles no nos acostáramos sin saber que estábamos mucho mejor que hace un año. Como es sabido, mientras él ocupaba la televisión, un comando de terroristas entraba en Madrid y aparcaba una furgoneta bomba en Barajas. A la mañana siguiente todos pudimos comprobar hasta qué punto estábamos mejor que hace un año. Fue un error y está bien que lo reconozca en esta Cámara, señor presidente. Debería haberlo hecho antes. Pero las preguntas que caben hacerse son las siguientes:
¿Qué vale su palabra después de todo esto, señoría?
¿Qué fiabilidad puede tener cualquier propuesta relacionada con el terrorismo que venga de usted?
¿Qué vale su capacidad de análisis, su conocimiento de la situación?
¿Dónde está la prudencia que debe guiar las decisiones de cualquier dirigente?
No quiero dramatizar, pero tampoco voy a pasar las cosas por alto.
Mariano Rajoy, en su discurso el 15 de enero de 2007 ante el Congreso, apunta el siguiente esbozo de este hombre, respecto a su capacidad y competencia como Presidente de Gobierno:
Tan contento se mostraba el señor Rodríguez Zapatero de la marcha de las cosas, que el día 29 de diciembre se dirigió a la nación para que los españoles no nos acostáramos sin saber que estábamos mucho mejor que hace un año. Como es sabido, mientras él ocupaba la televisión, un comando de terroristas entraba en Madrid y aparcaba una furgoneta bomba en Barajas. A la mañana siguiente todos pudimos comprobar hasta qué punto estábamos mejor que hace un año. Fue un error y está bien que lo reconozca en esta Cámara, señor presidente. Debería haberlo hecho antes. Pero las preguntas que caben hacerse son las siguientes:
¿Qué vale su palabra después de todo esto, señoría?
¿Qué fiabilidad puede tener cualquier propuesta relacionada con el terrorismo que venga de usted?
¿Qué vale su capacidad de análisis, su conocimiento de la situación?
¿Dónde está la prudencia que debe guiar las decisiones de cualquier dirigente?
No quiero dramatizar, pero tampoco voy a pasar las cosas por alto.
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