Barcelona se hunde
Literalmente. Barcelona, olímpica y cultural, un referente urbanístico y artístico en el mundo, principalmente por sus logros desde finales del siglo XIX y la larga proyección universal de sus valores desde España, se hunde.
Orgullosa, se ha transformado con insoportable arrogancia en espectáculo de miserias.
Otras voces detallan ese cúmulo de torpezas que provocan el drama en centenares de familias de El Carmel, en la Barcelona del siglo XXI.
Pero no es solamente el suelo de Barcelona que se abre para tragarse lo que construye el hombre. Hoy, en Barcelona y en Cataluña, oscuras fosas abren sus fauces para aniquilar la obra del hombre.
España misma se encuentra en peligro: su estabilidad política, social, su identidad cultural, religiosa... las raíces de nuestro mundo, están siendo acosadas desde los sectores de la izquierda, y también desde la derecha. Capitaneados por el partido de los socialistas, en sus versiones vernáculas de los pueblos de España -catalanes, vascos, andaluces-, la cohorte de grupos periféricos o regionales -CHA, ERC, BNG, incluso PNV y CiU-, con el apoyo más simbólico que necesario de Izquierda Unida y los Verdes, sin que nadie sea capaz de reconocer la existencia de una extrema izquierda radical en lucha contra es sistema fuera de estos grupos -¿será porque esa extrema izquierda contra sistema ya está representada en ellos?-, en tumulto y desenfreno se aprestan a liquidar España, o esta democracia en España.
Cataluña no atraviesa sus mejores momentos cuando las empresas huyen de la presión, de la inseguridad, de la arbitrariedad, de la inestabilidad, de la confrontación...; cuando las instituciones se encriptan; cuando la sociedad se hace más narcisista.
Cataluña se vuelve más exigente con España: reclama sus papeles, desplaza instituciones, consolida normas para imponer su identidad ofendiendo las del resto de los españoles...
Y Barcelona se hunde.
Culpables de ese desastre ha de haber. No es un accidente imprevisible. Se han cometido errores en el cálculo o en las previsiones, en los análisis, en las soluciones, en las decisiones...
Barcelona se hunde.
Pero Clos y Maragall, Maragall y Clos, salen indemnes.
Centenares son las víctimas. Más de mil damnificados por los errores cometidos, damnificados que lo han perdido todo.
Y no hay motivo de queja.
Barcelona se hunde...
España se desintegra...
Nadie recuerda...
Orgullosa, se ha transformado con insoportable arrogancia en espectáculo de miserias.
Otras voces detallan ese cúmulo de torpezas que provocan el drama en centenares de familias de El Carmel, en la Barcelona del siglo XXI.
Pero no es solamente el suelo de Barcelona que se abre para tragarse lo que construye el hombre. Hoy, en Barcelona y en Cataluña, oscuras fosas abren sus fauces para aniquilar la obra del hombre.
España misma se encuentra en peligro: su estabilidad política, social, su identidad cultural, religiosa... las raíces de nuestro mundo, están siendo acosadas desde los sectores de la izquierda, y también desde la derecha. Capitaneados por el partido de los socialistas, en sus versiones vernáculas de los pueblos de España -catalanes, vascos, andaluces-, la cohorte de grupos periféricos o regionales -CHA, ERC, BNG, incluso PNV y CiU-, con el apoyo más simbólico que necesario de Izquierda Unida y los Verdes, sin que nadie sea capaz de reconocer la existencia de una extrema izquierda radical en lucha contra es sistema fuera de estos grupos -¿será porque esa extrema izquierda contra sistema ya está representada en ellos?-, en tumulto y desenfreno se aprestan a liquidar España, o esta democracia en España.
Cataluña no atraviesa sus mejores momentos cuando las empresas huyen de la presión, de la inseguridad, de la arbitrariedad, de la inestabilidad, de la confrontación...; cuando las instituciones se encriptan; cuando la sociedad se hace más narcisista.
Cataluña se vuelve más exigente con España: reclama sus papeles, desplaza instituciones, consolida normas para imponer su identidad ofendiendo las del resto de los españoles...
Y Barcelona se hunde.
Culpables de ese desastre ha de haber. No es un accidente imprevisible. Se han cometido errores en el cálculo o en las previsiones, en los análisis, en las soluciones, en las decisiones...
Barcelona se hunde.
Pero Clos y Maragall, Maragall y Clos, salen indemnes.
Centenares son las víctimas. Más de mil damnificados por los errores cometidos, damnificados que lo han perdido todo.
Y no hay motivo de queja.
Barcelona se hunde...
España se desintegra...
Nadie recuerda...
1 Comentarios:
España se desintegrará sólo si los españoles calladamente toleramos lo que el gobierno pretende: que asistamos impávidos a un lento e inexorable proceso de desmoronamiento planificado por el propio poder y renunciemos sobre todo y cuanto antes a creer que es posible derrotar a la ETA.
Al contrario que Peces, los ciudadanos no
debemos permitirnos el lujo de aguardar a que haya un nuevo muerto para mostrar nuestra repulsa como si fuéramos corderos condenados al sacrificio.
Lo que hace repugnante a ETA no es sólo que sus atentados
causen víctimas mortales o dejen lisiados a ciudadanos inocentes.
Sobre todo la ETA es repugnante por su mera existencia que se manifiesta cada vez que actúa, con muertos o sin
muertos, con heridos o con daños materiales de ínfima cuantía.
Cada atentado es un nuevo desafío y por ello debe
encontrar en la ciudadanía una respuesta inmediata,
cerrada y unánime.
Frente a los que se amparan en nuestro miedo para perturbar nuestra convivencia y pretender que más pronto o más tarde renunciemos a exigir el cumplimiento de la ley, hace falta sobre todo ahora salir a la calle y con valentía exigir del gobierno la derrota total del terrorismo.
Sólo así afirmaremos nuestra condición de ciudadanos libres, sólo así recordaremos a quienes tanto les molesta que seguimos siendo españoles.
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