2005-06-16

Pues no es para tomárselo a broma

Disiento del planteamiento que hace Mariano Rajoy respecto a la denuncia que ha presentado, en Barcelona -pero ¡en español, castellano en España!- un tal Carod, porque se siente intimidado y amenazado de muerte, debido a dos pancartas artesanas aparecidas en la multitudinaria manifestación del 11 de junio en Salamanca promovida por el Alcalde para preservar la integridad del Archivo Histórico de la Guerra Civil.

Esta manifestación, a diferencia de las otras dos que se promueven en este mes de junio, está planteada desde una actitud partidista. Aunque las tres están apoyadas y respaldadas por el Partido Popular -sorprendiendo que en la defensa de la familia, o la honorable y digna reclamación de justicia para las víctimas del terrorismo, e incluso para garantizar la integridad documental de un Archivo, no haya más partidos políticos que se adhieran a estas tan respetuosas como legítimas manifestaciones-, sólo ésta de Salamanca ha sido promovida desde las filas populares.

Cuando las algarabías que hacían desfilar por las calles de nuestras ciudades y pueblos a quienes ahora se sienten ofendidos, vociferaban insultos, provocaban altercados, causaban destrozos en el mobiliario urbano, en las propiedades particulares, agredían a otros representantes políticos -Alberto Fernández, Rodrigo Rato o José Piqué-, estos ciudadanos que hostigaban al Gobierno, que exigían al Gobierno que escuchara sus demandas, fueran insolidarias o no, fueran descabelladas o no, fueran insensatas o no -respeto al régimen genocida de Saddam, nunca más un accidente aéreo, nunca más el hundimiento de un buque-, entonces era el pueblo soberano el que manifestaba su descontento con una política gubernamental.
Cuando los que hoy se sientan en el Consejo de Ministros y sus socios desfilaban tras las pancartas, las manifestaciones eran el símbolo de la libertad, sus lemas y planteamientos, las expresiones de una identidad cultural, social, democrática... aunque se llamara asesinos a quienes dirigían la nación, se atacaran las sedes del partido que apoyaba al Gobierno, y se ocasionaran daños y perjuicios a ciudadanos que nada tenían que ver con el gobierno ni con su partido.

Y el Delegado del Gobierno del amor universal -del diálogo, del talante, de la alianza de civilizaciones, de...- no parece compartir los mismos objetivos de su Presidente -ese señor que se hace llamar Zapatero cuando es Rodríguez-, porque cuando los ciudadanos consideran legítimo manifestar su descontento con las actuaciones gubernamentales, ahora ya no están bien vistas las manifestaciones multitudinarias. Ahora parece que ya no hace falta escuchar lo que dice la calle, aunque se trate de un clamor popular. Porque el clamor popular se ha convertido en actitud vociferante irrespetuosa contra el Gobierno legítimo. Por cierto que este Gobierno podrá presumir de cualquier cosa -querrá hacerlo, porque no tiene motivos para ello- pero la legitimidad no se alcanza con el temor, el miedo, el terror y el horror del mayor atentado criminal en la historia reciente de nuestra democracia. Y es así como trístemente se ha conformado el Gobierno de esta VIII legislatura.

Y no es para tomarse a broma que ahora el señor que tanto presumía de dialogante no quiera escuhar lo que dice el pueblo soberano.
No es para tomarse a broma que desde el Gobierno -Delegados, Comisionados o Fiscales ¿del Estado?- desprecie las acciones cívicas de los ciudadanos, siendo además muchísimo más sensatas y respetuosas que las acciones que el actual presidente y sus ministros promovieron con motivo del conflicto en Iraq, del accidente del yakolev, o del hundimiento del Prestige.

Así es que, señor Rajoy, no se tome a broma las insolencias, las provocaciones y las infamias de este Gobierno.