La ley que permite en España el matrimonio entre personas del mismo sexo
De igual manera que Martino se expresó el ministro italiano para las Reformas, el lingüista Roberto Calderoli, que dijo que se trata de 'algo contra natura'. 'El buen Dios creó al hombre y a la mujer y con aquel acto puso a la familia en el centro de la creación. Lo que ha sucedido en España es el último acto contra Dios y la naturaleza', afirmó Calderoli.
El Vaticano, oficialmente, evitó hoy hacer comentario alguno sobre la aprobación de la ley en el Congreso de los Diputados de España.
Nota de prensa de la CEE.
Ante la eliminación del matrimonio del Código Civil, en cuanto unión de un hombre y una mujer, y su reducción a mero contrato rescindible unilateralmente
El Congreso de los Diputados ha aprobado por fin dos reformas del Código Civil muy negativas para el matrimonio. Hoy han quedado eliminadas sistemáticamente del Código las palabras “marido” y “mujer”, de tal modo, que el matrimonio, en cuanto unión de un hombre y una mujer, ya no es contemplado por nuestras leyes. Ayer la institución del matrimonio perdió su nota propia de estabilidad legal y fue reducida a un contrato ligero que cualquiera de las partes puede rescindir en virtud de su mera voluntad a los tres meses de haberlo estipulado.
De este modo, las leyes españolas que regulan el matrimonio se han convertido en radicalmente injustas. No reconocen la realidad antropológica y social de la unión del hombre y la mujer en su especificidad y en su insustituible valor para el bien común, en concreto, para la realización personal de los cónyuges y para la procreación y educación de los hijos. Nuestras leyes han dejado, por tanto, de tutelar adecuadamente los derechos de los padres, de los niños y de los educadores. Por otro lado, al dejar prácticamente al arbitrio de la libertad individual la continuidad del pacto conyugal, dejan también desprotegido el vínculo matrimonial y abierto el camino legal a la conculcación de los derechos del otro cónyuge y de los hijos.
Ante esta penosa y grave situación, es necesario confiar en que la sociedad española sabrá salir en defensa del matrimonio, de la familia y de los niños. Es necesario oponerse a estas leyes injustas por todos los medios legítimos que el Estado de derecho pone a disposición de los ciudadanos. Hay que trabajar para que los derechos desprotegidos y conculcados sean de nuevo reconocidos y tutelados. Habrá que colaborar en el establecimiento de la justicia y abstenerse de toda complicidad con la injusticia. Contamos para todo ello con la ayuda de la gracia de Dios que alienta nuestra esperanza.El arzobispo de Valencia, monseñor Agustín García-Gasco, asegura en su carta de esta semana que “en España asistimos a la voladura controlada del matrimonio desde dentro por las leyes de reforma del Código Civil”.
El prelado se refiere a la pretensión del Gobierno de “introducir el matrimonio entre personas del mismo sexo y, lo que resulta mucho más preocupante y pocos comentan, el `divorcio express´”, al que monseñor García-Gasco compara con “los denostados `contratos-basura´”. Según el arzobispo, “dinamitar el matrimonio civil es una barbaridad y el tiempo se encargará de mostrar los efectos directos y colaterales de esta irreflexiva e injusta decisión”.
En su carta de esta semana, el arzobispo recuerda que el matrimonio “es una relación entre un hombre y una mujer que merece reconocimiento y aprecio por parte de las sociedades, pues de ella depende la supervivencia del género humano, sin confundirla con otras formas de convivencia con las que puede coexistir”.
Sin embargo, “si todo es matrimonio, nada es matrimonio”, añade el prelado que afirma que “cambiar la estructura del matrimonio y al mismo tiempo extenderlo para todos es una maniobra contradictoria que acaba con la institución”. Con las leyes promovidas ahora, “el matrimonio desaparece de nuestro Código Civil: volvemos a los tiempos de la prehistoria, con la apariencia de progreso”. Ante esta situación, el prelado afirma que “el Estado carece de derecho para dinamitar el matrimonio desde dentro”.
Monseñor García-Gasco lamenta también el “grave recorte de libertades” que supone la existencia de “grupos de presión que están esperando las reformas en curso para exigir que se prohíba hablar de matrimonio como unión del varón y de la mujer; y para que se persiga como `homófobo´ a todo aquel que quiera hablar de matrimonio en estos términos”.
En su carta, titulada “Dinamitar el matrimonio”, el arzobispo insiste en que “llamar matrimonio a lo que no es matrimonio es un error grave que desprecia el respeto por la ley, que no puede ser reducida a un mero voluntarismo”. Según el prelado, “no es una cuestión de `cristianismo´ y, además, no estamos solos” en referencia a los pronunciamientos contra el proyecto de instituciones como el Senado, el Consejo General del Poder Judicial, el Consejo de Estado, así como diversas Academias y “de una de las mayores manifestaciones populares de la democracia, no organizada por ningún partido político”.
Sin embargo, “mucho más grave me parece la aprobación del llamado `divorcio express´”, subraya el arzobispo, que considera que “cuando las legislaciones optan por fomentar y alentar en el derecho de familia las decisiones momentáneas, pasajeras u oportunistas están corroyendo los cimientos de esta institución, célula de la sociedad”. El llamado “divorcio express” o ruptura unilateral a los tres meses “sin causa alguna”, supone “convertir en papel mojado el matrimonio”, expresa el prelado. En el plano laboral puede equipararse con los denostados “contratos-basura”. En tres meses “a la calle, sin indemnización ni explicaciones”.
Todos los matrimonios pueden “sufrir altibajos y momentos difíciles que, en muchos casos, el tiempo y la generosidad mutua, permiten superar llevando a un crecimiento personal y conyugal más profundo”, reconoce el prelado, que sin embargo manifiesta que “`tirar la toalla´ ante los primeros problemas no es la solución y origina profundas heridas en las personas”.
Concluye su carta el arzobispo de Valencia recordando que “durante unos años se nos decía que no valía la pena casarse, que estaba anticuado, y ahora se quiere dinamitar la esencia del matrimonio desde dentro, desfigurando una institución que aporta seguridad y estabilidad emocional a las personas y a los hijos”. (AVAN)
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