2005-02-09

¿Gobierno reformista o revolucionario?

La reflexión que quiero expresar ahora surge de la lectura de las siguientes palabras que Gabriel Jackson escribe acerca de Manuel Azaña en el prólogo a la recopilación de textos que Mondadori ha titulado Causas de la guerra en España:
La sublevación de los generales Mola y Franco se propuso destruir la República reformista y la Constitución. El pronunciamiento fue derrotado, pero no por el impotente gobierno republicano, sino por los sindicalistas, los socialistas de izquierda y los anarquistas, que hicieron frente al mismo en las calles de Madrid y Barcelona. Forzado por las circunstancias, Azaña se vio convertido en el símbolo de la legalidad republicana destruida en un país dividido en dos mitades, una de las cuales era una dictadura militar a la vez que la otra era escenario de una revolución en parte anarquista y en parte socialista.


Siempre se ha sostenido que una sociedad que no es capaz de aprender de su historia está condenada a repetirla. Y parece que los españoles no hemos aprendido las lecciones de nuestra compleja historia más reciente. O han pretendido tergiversarla tanto, nos la han hecho olvidar o confundir, que estamos al borde mismo del precipicio que arrasó España al inicio del segundo tercio del siglo XX.

Ignoro cuál es el fin último de las izquierdas en general y de los socialistas en particular, pero todo parece conducir a retomar la historia en el mismo punto suspendido por la guerra civil 1936-1939.

Resulta curioso constatar que, para la sociedad mediatizada por la propaganda de los mass-media, mientras en la derecha siempre ha pervivido un residuo de tendencia fascista -facha ha sido la versión autóctona española-, cuando no toda ella, como recientemente ha tenido a bien recordarnos el ciudadano-cristianoministro-socialista Bono, la izquierda toda es plena, y esencialmente, democrática y respetuosa con las libertades. No hay vestigio alguno de anarquistas. Cuando lo cierto es que la mayoría de ellos pretenden día sí, día también, aniquilar el estado social y la estructura política, cultural, económica, religiosa... que nos identifica como pertenecientes a la civilización occidental. Promueven las izquierdas la merma de libertades: culto, propiedad, expresión libre, comercio en una economía de mercado no intervenida...

Hoy tenemos un gobierno presidido por un personaje inexperto e ineficaz. Pero el aparato es implacable. La situación que vivimos en España es kafkiana.

Durante estos últimos años del gobierno Aznar, la contundencia de los resultados, derivada de una política firme y precisa, ha sido expuesta en términos que ofendían la prepotencia democrática de las izquierdas. Durante años han estado cuestionando todas y cada una de las propuestas de Aznar al frente del gobierno. Auguraban un calamitoso final y el desastre de la economía, la libertad, la justicia, las actuaciones sociales... Nada fue como desde la izquierda se anunciaba. Nada.
Ocurrieron desastres, dramáticos y terribles, pero nunca como consecuencia de la política ejercida desde el gobierno. Aunque para la siniestra demagogia de la izquierda -perdóneseme la redundancia- siempre tenía la culpa el gobierno Aznar: el accidente del Yak-42, el hundimiento del Prestige, la reparación del Tireless, el... ya casi no había más, salvo las agresiones de Marruecos, que con tanto valor se afrontó después de la traición de Europa gracias a la labor de Francia. Y las mentes más despejadas de España, rápidamente movilizaron el sentir de un pueblo para desgastar al gobierno. Hostigándolo hasta la náusea.
Y llegó el fatídico 11 de marzo de 2004.
El mayor crimen colectivo de la democracia en Europa en los últimos 50 años. Sin autores intelectuales, según el preclaro ministro Alonso.
Y todo se desmoronó.
El impulso económico, el espíritu democrático que consolidaba a España como estado soberano con una importante presencia internacional, el avance social, tecnológico, cultural... todo se vino abajo.
Hoy asistimos impotentes al derrumbe de las libertades, a la opresión económica y social con medidas que promueven la inestabilidad en los mercados financieros y laborales. Una educación decadente y un parón tecnológico, además de la paralización del plan de modernización de infraestructuras.
No es cierto que los anarquistas hayan desaparecido, es que están en el poder y a punto de desestabilizar la estructura que conforma España como una de las naciones más antiguas de Europa.
No es cierto que se pretenda construir una nueva Europa, aquí, lo que se propone este gobierno Rodríguez es destruir España. No reformar la nación, para incorporarnos en el pelotón de cabeza del mundo más avanzado y mejor civilizado, no; se trata de aniquilar la historia común, arrasar con nuestra esencia para comenzar una nueva era...
Y nadie explica qué nacerá después, porque no saben lo que pretenden.
De momento tan sólo acabar con lo construido durante tantos siglos de convivencia y esfuerzo compartido.

1 Comentarios:

Anonymous Anónimo ha comentado:

Soy Argentino y solo puedo aportar lo que se recibe desde aquí. Aclaro que considero que lo peor que le pudo suceder a estas latitudes fué las bandas de crimilanes y ladrones que nos enviaron desde españa para llevarse todo nuestros recursos algo que de alguna forma u otra nunca se interrumpió.Al principio fué el oro y la plata hoy es Repsol o Masans. La sensación que se tiene desde aquí es que tanto las izquierdas como la derechas española son imperialistas.
Si hay que elgir preferimos la izquierda. Por último -y en relación a planteo convocante- pienso que haber participado en la guerra de Iraq, pretender tergiversar los hechos de aquel atentado tan grave -que marcó el fin político de Asnar- es suficiente para conocer cual es la esencia de la derecha no solo española sino de todas las derechas del planeta: mienten 1000 veces que algo quede y someten a millones de seres humanos a la explotación y el sufrimiento. ¿Ha cambio de qué?: de que como en la antiguedad existan 19 esclavos por cada amo.Esta es su patologia inconfesable

1:11 a. m.  

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