Algo falla en esta democracia española del siglo XXI
Sí, algo falla cuando dos personajes relevantes de la política española se reunen a la vista de todos pero ocultando sus compromisos.
Define Isabel Durán a Ibarreche, como interlocutor del Sr. Rodríguez en la entrevista del 5 de mayo de 2005 -fecha que habrá de quedar registrada en los anales de la historia de la infamia-, como presunto lehendakari de todos los vascos. Habría que definir al Sr. Rodríguez también como presunto presidente de todos los españoles, pero estaríamos falseando la realidad. Porque ni el Sr. Rodríguez representa a todos los españoles -ni él lo pretende, ni lo ha pretendido nunca-, ni Ibarreche será nunca -porque tampoco lo pretende, aunque con matices- lehendakari de todos los vascos.
Los matices que aducimos para catalogar al Sr. Ibarreche causan espanto porque él sí pretende, a diferencia de Rodríguez, representar a todos los vascos. No porque recoja el sentir de todas las inquietudes del pueblo vasco que, como todo pueblo, debe ser heterogéneo y diverso, sino porque sólo quiere a los vascos que están dispuestos a ser lo que él pretende que sea un vasco. Al resto, como llevan cuarenta años pretendiendo un puñado de malas personas, hay que aniquilarlo.
Algo, por cierto, que subyace también en el planteamiento de Rodríguez, si bien éste sólo pretende anular como ciudadanos a quienes no comparten sus ideas. Todavía no propugna la aniquilación física, conformándose por el momento con la anulación moral.
Olvidan algo fundamental:
1. Todo hombre es persona, esto es, naturaleza dotada de inteligencia y de libre albedrío, y que, por tanto, el hombre tiene por sí mismo derechos y deberes, que dimanan inmediatamente y al mismo tiempo de su propia naturaleza(*).
2. La convivencia civil sólo puede juzgarse ordenada, fructífera y congruente con la dignidad humana si se funda en la verdad (*).
(*) Encíclica Pacem in terris. 11/04/1963. Ioannes PP. XXIII.
Los matices que aducimos para catalogar al Sr. Ibarreche causan espanto porque él sí pretende, a diferencia de Rodríguez, representar a todos los vascos. No porque recoja el sentir de todas las inquietudes del pueblo vasco que, como todo pueblo, debe ser heterogéneo y diverso, sino porque sólo quiere a los vascos que están dispuestos a ser lo que él pretende que sea un vasco. Al resto, como llevan cuarenta años pretendiendo un puñado de malas personas, hay que aniquilarlo.
Algo, por cierto, que subyace también en el planteamiento de Rodríguez, si bien éste sólo pretende anular como ciudadanos a quienes no comparten sus ideas. Todavía no propugna la aniquilación física, conformándose por el momento con la anulación moral.
Olvidan algo fundamental:
1. Todo hombre es persona, esto es, naturaleza dotada de inteligencia y de libre albedrío, y que, por tanto, el hombre tiene por sí mismo derechos y deberes, que dimanan inmediatamente y al mismo tiempo de su propia naturaleza(*).
2. La convivencia civil sólo puede juzgarse ordenada, fructífera y congruente con la dignidad humana si se funda en la verdad (*).
(*) Encíclica Pacem in terris. 11/04/1963. Ioannes PP. XXIII.
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