Reproduce
Libertad Digital el discurso de
Mariano Rajoy en la sesión de 21 de septiembre de 2005 de control al Gobierno.
"El pasado 16 de agosto se produjo una terrible tragedia en Herat, Afganistán. Diecisiete militares españoles, diecisiete servidores de la paz fallecieron en acto de servicio. Mis primeras palabras tienen que servir, necesariamente, de emocionado homenaje a las víctimas y para expresar una vez más a sus familias, a sus amigos, a sus compañeros, nuestra cercanía y nuestra solidaridad. No los olvidaremos. Son parte de esa labor trascendente, difícil y arriesgada que lleva a cabo el Ejército Español en el mundo. Un esfuerzo silencioso para que las gentes vivan en paz, y una disposición generosa para reconstruir un lugar que puedan habitar quienes lo han perdido todo.
No es casualidad que nuestros soldados hayan recogido una cosecha de cariño y de gratitud en todos los países en los que han desarrollado sus misiones. Estoy convencido de que todos los españoles se sienten orgullosos de nuestras tropas. Mi partido y yo compartimos ese orgullo y quiero dejar constancia aquí de este sentimiento: me siento orgulloso de los soldados españoles.
Su comparecencia de hoy, señor presidente, debiera servir, según reza en el orden del día, para que esta Cámara, que representa a la soberanía de la Nación, tuviera conocimiento de las circunstancias en que se produjo el trágico incidente que acabo de comentar, y pudiéramos conocer la misión que realizaban aquellos españoles de acuerdo con el mandato que se solicitó a este Parlamento.
Le hemos escuchado con esmerada atención pero no ha servido de nada, porque sus palabras nos han dejado prácticamente igual que estábamos. Porque para Ud., los problemas se dividen en dos; las cosas que importan poco pero de las que habla mucho y las cosas que importan mucho pero de las que habla poco.
Habla mucho de lo que es gratis, suena bien y no compromete a nada como el infinito afán de justicia o la Alianza de Civilizaciones. De estas cosas habla mucho pero no hace nada. Por el contrario habla muy poco de las cosas que nos importan, que nos comprometen y que a veces nos cuestan vidas. De esas habla muy poco pero, a la chita callando, nos compromete mucho.
Envuelve con mucho cuidado la tragedia de Afganistán en papel de anuncio, nos la disfraza con la Asamblea de las Naciones Unidas y la disimula con su teoría de las civilizaciones. ¿Tiene algo que ver una cosa con otra? ¿Las mezcla usted porque tiene las ideas confusas o porque intenta confundirnos a los demás?
¿A esto llama usted respeto al Parlamento? No quiso venir a dar cuentas en el mes de agosto. Aceptó venir en septiembre y, efectivamente, ha venido, pero ha sido para eludir la cuestión y poner el foco en otra cosa. De hecho, sacó usted ayer por delante al Ministro de Defensa para que respondiera sobre este asunto y así aligerar a usted del compromiso de hoy.
Pero entremos en la cuestión: una vez más, se recrea usted en las contradicciones. Nada de lo que nos ha contado hoy, —o si quiere usted, nada importante— se parece a lo que usted dijo en aquella sesión Plenaria del Congreso del 6 de julio de 2004, en la que recabó nuestra autorización para enviar tropas que ayudaran a celebrar las elecciones en Afganistán. No recuerdo yo que nos revelara nada sobre los riesgos que acompañan a cualquier misión que allí se desarrolle. Al parecer no quería usted asustarnos. En una palabra, ocultó usted deliberadamente la realidad para que esta Cámara accediera a su petición.
No estoy pensando en mi grupo, señoría, con cuyo apoyo contaba usted de antemano. Le preocupaban otros. Faltó usted a la verdad por omisión para que no le dejaran abandonado. Ni más ni menos, señoría. Una de dos: o usted no tenía ni idea de lo que ocurre en Afganistán o lo sabía perfectamente pero no quería espantar a sus socios. Yo considero increíble que usted no supiera nada. Por eso debo pensar que estaba engañando a sus socios. A sus socios y a sus electores. Les ofreció usted una versión edulcorada de la realidad: un cuento de caperucita pero sin lobo. ¿Cómo llamaría usted a un abogado que para salvar a su cliente ocultara la realidad a los miembros del jurado? Eso es lo que usted hizo con los españoles.
Ahora nos dicen que el vuelo de nuestros helicópteros era de riesgo elevado, que volaban bajo para evitar un ataque con misiles o lanzagranadas, que el segundo helicóptero se arriesgó al accidente ante el temor de que el primero hubiera sido derribado... ¿Es esto una misión sin riesgos, una excursión de ayuda humanitaria?
Ha ocultado a los españoles la verdad. Les ha ocultado lo que ocurre en Afganistán. Les ha ocultado que nuestros soldados están bajo bandera de la OTAN porque la ONU ha encomendado esa misión a la OTAN. Les ha ocultado que estamos luchando contra el terrorismo y que mientras no acabemos con el terrorismo no se podrá desarrollar la tarea de reconstrucción como es debido. Les ha ocultado que nuestros soldados están expuestos a muchos peligros. ¿Hay algo que usted no haya escamoteado a los españoles?
Es una evidencia contrastada que cuanto más falta a la verdad un gobierno más necesita invertir en propaganda. Lo que yo veo y todos los ciudadanos ven es que usted gasta muchísimo en propaganda. Al parecer, su obra no entusiasma al público y necesita asegurarse el socorro fervoroso de la claque y de los críticos.
Señorías, nuestro análisis, el de mi Grupo, sobre lo que ocurre en Afganistán, es muy poco nuestro. Pensamos lo mismo que piensa todo el mundo... todo el mundo salvo el señor Rodríguez Zapatero: que Afganistán constituye el principal frente del terrorismo yihadista. Tan es así, que los mayores expertos del planeta reconocen que para el extremismo y para organizaciones terroristas como Al-Qaeda, es su núcleo fundamental.
La lucha contra el terrorismo tiene una dimensión estratégica, que usted y su partido han negado en infinidad de ocasiones. Lo han negado de mala fe porque lo sabían. Lo sabían pero no se han atrevido a reconocerlo hasta ahora. Fue necesario que murieran diecisiete españoles en Herat para que el Ministro de Defensa confesara que en Afganistán se está librando una batalla contra el terror. Una batalla a la que España contribuye. Esto es algo que nos honra y que nos enorgullece como españoles, pero no lo sabíamos. En realidad no sabíamos bien y seguimos sin saber qué es lo que hacemos exactamente en Afganistán. Usted que tanto se ufana con los derechos ¿se da cuenta de que nos está hurtando un derecho fundamental?
La propaganda que usted hace clasifica todas las intervenciones del ejército español como operaciones de paz, pero eso no es más que una manera remilgada de no decir nada. Por mucho que usted cambie los nombres de las cosas, la realidad no varía.
¿En qué consiste esa misión de paz? ¿Por qué hay que defender la paz? ¿Y contra quién? Y ese quién ¿amenaza a la paz con su florido verbo o a cañonazos? ¿Por qué volaba bajo nuestro helicóptero? ¿Por qué temía que le atacaran con misiles o con lanzagranadas? ¿Es que nuestros soldados corren el riesgo de ser atacados con misiles? Porque ¿por qué, por ejemplo, todos los soldados que están en Afganistán tienen la instrucción de llevar puesto el chaleco antibalas? ¿Por qué los soldados que murieron iban armados hasta los dientes? ¿A esto llama usted una misión sin riesgo?
Señor Presidente, si hay que restablecer la paz es porque no la había, de hecho no la hay, ésa es otra evidencia que cualquiera entiende por mucho que se empeñen ustedes en lo contrario. Y si la paz hay que mantenerla significa que, si las tropas internacionales no estuviesen allí, si las nuestras no estuviesen allí, volvería a estallar el conflicto. La realidad, señor Presidente es muy clara: Afganistán es un lugar muy peligroso, es y ha sido siempre uno de los símbolos más importantes de la victoria del islamismo radical y del terrorismo yihadista.
Nuestras tropas están luchando contra ese enemigo, contribuyendo al esfuerzo internacional para derrotar al terrorismo, y usted no se lo ha dicho a la opinión pública española, no lo ha reconocido ante los ciudadanos. Y no lo ha hecho hasta ahora, porque temía que a los suyos y una parte de su electorado le abandonase. La verdad es así de sencilla y así de triste.
Sea usted claro, Sr. Presidente: diga a los españoles que en Afganistán no hay paz, que se está librando una durísima lucha contra el terrorismo, que es un lugar peligroso donde nuestras tropas, como todas las que están allí, corren serios peligros, dígales que allí estamos luchando por la libertad, no sólo de los afganos sino de todos los españoles; sea usted valiente y reconozca ante su electorado y sus socios parlamentarios que ésta no es una misión fácil y sin riesgos, reconozca usted que el incremento paulatino y constante de efectivos españoles en ese país ha sido un intento de tapar sus errores en otros terrenos; y reconozca usted que muchos de los terroristas que cometen terribles atentados en otras partes del mundo, pertenecen a las mismas organizaciones y que están inspirados por la misma ideología que los que actúan en Afganistán.
Y, sobre todo, diga a los españoles que aunque les haya engañado sobre el riesgo real que corren nuestros soldados, se han tomado todas las medidas para proteger su seguridad y se les ha dotado de todos los medios que exige la peligrosa misión que se les encomienda. Y esto último es tanto más importante desde que hemos sabido de su intención de incrementar sustancialmente, hasta una cifra en el entorno de los dos mil quinientos, el número de militares españoles en Afganistán.
Fíjese, Sr. Presidente del Gobierno, las paradojas de la vida. Con esa crítica facilona que usted gasta, achacó al anterior gobierno que “militarizaba” su política exterior. Fíjese lo que son las paradojas de la vida. ¿Se da cuenta que, desde que usted nació hasta hoy, ningún Presidente del Gobierno ha tenido tantos soldados españoles en el exterior como los que va a tener usted?
Y vamos ya con la Cumbre de la Naciones Unidas. Cuatro grandes cuestiones estaban encima de la mesa : el seguimiento de los llamados “objetivos del milenio”, asuntos relacionados con la seguridad internacional y el terrorismo, derechos humanos y... la propia reforma de la ONU.
Mi Grupo Parlamentario otorga gran importancia a la consecución, en los plazos fijados, de los objetivos de la lucha contra la pobreza que se acordara en Nueva York en el año 2000, durante la llamada cumbre del Milenio. Para que podamos hacernos una idea de la magnitud de la tragedia a la que nos enfrentamos, piensen sus señorías, que en el tiempo que lleva transcurrido de esta sesión parlamentaria han muerto mil doscientas personas en el mundo como consecuencia de la desnutrición. En el mundo mueren nueve millones de personas al año por falta de alimento.
Por desgracia, tenemos que constatar que los resultados prácticos de la cumbre en este terreno, no han provocado un mayor optimismo. Se avanza con mucha lentitud y da la impresión que se ha frenado el impulso que se le dio a estas cuestiones, tanto en Nueva York en el 2000, como en la Cumbre de Monterrey de 2002.
No podemos sentirnos satisfechos. Como tampoco podemos sentirnos satisfechos con la forma en que se desarrollan otras actividades. Hace un año usted sumó España a la llamada alianza contra el hambre, programa específico de una serie de países que querían hacer un esfuerzo especial y suplementario en esta materia.
Pues bien, aquí se ha encontrado Vd. Sr. Rodríguez Zapatero, con un buen ejemplo de la diferencia que hay entre la enunciación grandilocuente de un bello concepto y la articulación práctica del mismo. Sus socios de este club han considerado como su instrumento principal para la financiación de este Programa la creación de una tasa para los billetes de avión. Después de lo que dijeron algunos miembros de su gobierno, su señoría no ha tenido mas remedio que presentar reparos, por las graves consecuencias que se derivarían sobre la economía española de una medida como esa.
Como muestra de su grado de influencia, sus socios siguen empeñados en ofrecerla y en dejarle a Vd. como una persona insolidaria. Con amigos como esos... No digo nada.
Su señoría, ha hecho especial hincapié, en cambio, en la importancia que para el desarrollo tienen las remesas que los emigrantes envían a casa y el incremento que este impacto positivo tendría si se pudieran reducir las comisiones por transferencias. ¿Le importaría a su señoría ilustrar a la Cámara sobre las medidas concretas que a tal fin ha propuesto en su intervención en el encuentro de alto nivel sobre financiación del desarrollo?. Porque por lo que sabemos se limitó su señoría a desarrollar una voluntariosa lista de buenos deseos para que el coste de las remesas se reduzca. Un sinfín de buenas palabras y ni un solo instrumento práctico.
Sr. Rodríguez Zapatero, le insisto en el especial interés de mi Grupo Parlamentario por los objetivos del milenio y en el apoyo que de nosotros recibirá su señoría para el impulso de los instrumentos eficaces que hagan posible su consecución durante esta próxima década.
En lo que tiene que ver con la seguridad internacional y la lucha contra el terrorismo, muy escasos resultados prácticos. Es dramático: Ningún acuerdo en lo referente al desarme, ninguno. Ningún acuerdo referente a la no proliferación de armas nucleares, ninguna; y nada que destacar en materia de lucha contra el terrorismo. O mejor dicho, algo muy a destacar: que todavía no hayamos sido capaces de ponernos de acuerdo, ni siquiera, en una definición de mínimos, que contempla al terrorismo como “el asesinato premeditado de civiles y no combatientes”. Un aspecto positivo es la creación de la llamada Comisión de consolidación de la paz.
Por cierto, que no estaría mal que su señoría informara a esta Cámara de cuáles son los países que se oponen a aceptar esta definición y las razones que alegan para ello. Señoría, un buen complemento práctico para entender mejor el concepto de la “Alianza de Civilizaciones”. En materia de Derechos Humanos, un éxito reseñable: se reconoce que la comunidad internacional debe intervenir en los casos de flagrante genocidio y no permanecer impertérrita ante las matanzas de centenares de miles de personas, como ocurrió en Ruanda.
Por último, la necesaria reforma de la organización de las Naciones Unidas tendrá que esperar mejor ocasión. El núcleo central del problema, la composición del Consejo de Seguridad. Los llamados “cinco grandes” se niegan a renunciar a su capacidad de vetar, e infinidad de países se oponen a la propuesta del Grupo de los 4 (Alemania, Japón, India y Brasil) de ampliar a 10 el número de los miembros permanentes del Consejo de Seguridad.
En conclusión, señorías, más ruido que nueces. Queda mucho trabajo por hacer. Y menos mal, Sr. Rodríguez Zapatero que las cosas no han ido del todo mal, como Ud. dice, y la ONU puede seguir adelante, tiene usted razón, porque si se le hubiera hecho caso a su amigo Chaves, estaríamos a estas horas recogiendo las banderas y subastando el edificio. Sería injusto responsabilidad a su señoría del magro resultado de esta Cumbre. Sería injusto y no voy a hacerlo. No puedo hacerlo porque en ésta, como en otras cumbres de la política internacional o de la Unión Europea, a usted se le siente poco. Las cosas ocurren o dejan de ocurrir independientemente de su presencia de espectador simpático y sonriente que no quiere molestar.
Por eso, cuando comparece usted ante la Cámara nos trae la crónica de lo que han hecho... los demás. Tiene usted la misma responsabilidad en el resultado de esta Cumbre que yo, que tampoco estuve.
No ha querido usted extenderse en la cuestión de Afganistán que es un problema real, tangible y que nos cuesta vidas. Prefiere hablar de cuestiones evanescentes con tal de que suenen bien y le comprometan a poco, como eso que tanto le gusta de la Alianza de Civilizaciones. Me gustaría que un día tuviesemos un debate de este asunto, ahora dispongo de 20 minutos.
No quiero convertir esta sesión en un debate sobre teoría política, sociología o historia de las civilizaciones. Lo que usted sostiene es tan simple, tan inconsistente que me ahorra todo esfuerzo en ese sentido. Esas cosas que suenan bien y que no sirven para nada se aprueban en la ONU por mera cortesía. Ni siquiera saben que lo que usted pretende es luchar contra el terrorismo mediante esa alianza y si lo saben les da igual.
En estas cosas, no hay nada más fácil que emitir grandes y bellas palabras. Usted lo hace continuamente. Lo malo es trasladarlas a la realidad. Fíjese con qué entusiasmo se apuntó usted al Club contra la Pobreza; pero cuando le han pedido que eleve el precio de los billetes de avión se ha negado.
Además es que esta historia de las civilizaciones siempre ha tenido mucho éxito en la ONU entre los menos influyentes. Porque esto no ha nacido con usted. Lo suyo no es más que un refrito de ideas ajenas. Una de esas cosas que le pasa el señor Moratinos y que usted coge porque le suena bien. La idea se le ocurrió hace más de treinta años a Roger Garaudy, un destacado miembro del Comité Central de Partido Comunista Francés que dejó el comunismo y creó la Fundación de las Tres Culturas. Sin duda el señor Moratinos lo conoce bien. Claro que Garaudy fue más consecuente que su señoría: lo primero que hizo fue convertirse al Islam.
Después de Garaudy se discutió eso del diálogo de civilizaciones en el seno de la UNESCO que es muy proclive a este tipo de temas. Después lo promovió el entonces presidente de la República Islámica de Irán, Mohamed Jatamí, y viene usted a vendérnoslo como una gran novedad. El año 2001, antes de que el señor Moratinos le intoxicara con estas cosas, fue declarado por la ONU Año del diálogo de civilizaciones. Los terroristas lo celebraron con el atentado contra las torres gemelas de Nueva York.
Ya ve usted que la cosa viene de lejos. Lo único que le pido, dado que usted apela a este ungüento mágico para combatir al terrorismo, es que sea sincero. ¿Por qué tiene usted tanto miedo siempre a decir la verdad? Explique a quienes se le arriman que lo que usted pretende es combatir el terrorismo: combatir y erradicar el terrorismo. Porque pudiera ocurrir que se le arrimen algunos pensando que usted, en su vocación tercermundista, pretende fomentar un club de encuentros para marginados. Es lo malo de las posiciones ambiguas: permiten que a uno le tomen como coartada o como compañero de viaje.
Y explique también, en especial a los españoles, cómo opera ese ungüento contra Al Qaeda, contra los talibanes o contra quienes ensangrientan cualquier posibilidad de entendimiento entre judíos y palestinos. Tómese el tiempo que necesite, pero explíquelo porque, de momento, lo que usted dice no se entiende, ni aquí ni afuera. Claro está que tampoco le han hecho mucho caso. No he leído nada sobre ello en la prensa internacional y toda la atención que ha recibido en la ONU se resume en una línea del documento final.
Nosotros no tenemos la culpa, señoría, de que el mundo entre en conflicto abierto con fundamentalismos ideológicos o religiosos anclados en un pasado cavernícola. Nos atacan con saña quienes se han empeñado en conservar el mundo en los únicos términos de barbarie que su intransigencia fanática admite.
No es la riqueza, señoría, no es el mar de injusticia universal. No mezcle usted las cosas. La lucha contra la pobreza no necesita el argumento del terrorismo. No nos persiguen por ser nosotros ricos ni porque sean ellos pobres. Ni siquiera nos persiguen los más pobres: hay pocos terroristas en Eritrea y muchísimos que se alimentan del petrodólar. Nos persiguen porque somos un enemigo real. Nos persiguen porque detestan el sistema de valores que caracteriza a la civilización del siglo XXI. Lo saben.
No hay lucha entre civilizaciones. Lo que hay es unos fanáticos que con el terror quieren oponerse a un sistema de valores e ideas.
Hay quienes han tachado a la Declaración Universal de los Derechos del Hombre, de instrumento de dominio, opresión y hegemonía de Occidente. ¿Cree usted de verdad que con quienes sostienen semejante disparate, se puede forjar una alianza? No logro imaginar a qué valores piensa usted renunciar a cambio y, menos aún, ante qué barbaridades está dispuesto a hacer la vista gorda.
Nosotros no combatimos contra culturas ni contra religiones, señoría: combatimos contra los terroristas. No defendemos ideas europeas o norteamericanas. Defendemos una idea del hombre y de la mujer, de su dignidad y de sus derechos que vale para todo el universo. Y la defendemos de acuerdo y en alianza real con todas las personas de todos los países que son capaces de razonar. Porque son ideas civilizadas que están por encima de cualquier consideración étnica, religiosa o ideológica.
Me hubiera gustado tratar otras cuestiones, pero no voy a poder porque mi tiempo está ya consumido. Lamento, Sr. Rodríguez Zapatero, que su empeño en mezclar las cosas y su peculiar manera de entender el respeto a esta Cámara nos impida abordar nada con la atención que se merece".