2005-06-30

¿Cuentan las formas en democracia?

O ¿no será que vivimos una falsa democracia? La dictadura del proletariado, pero siendo el proletariado de hoy el cuerpo social de la indigencia moral.
Todo le está permitido a quienes se proclaman progres -¿no serán también progras?-, porque sólo los de izquierda son demócratas, aunque asesinen, extorsionen, roben, violen leyes y derechos, anulen libertades...

La sociedad se desintegra en una masa amorfa de individuos sin conciencia.
Para un progre: Sólo el derecho a la propia libertad debe respetarse. Ninguna obligación para mí.
Para él mi voto, mi propuesta, mi esfuerzo, mi trabajo...

Manifiesto del Foro Español de la Familia por el 18 de junio


El Gobierno español promueve iniciativas que atentan contra los fundamentos de la familia como espacio ecológico de la vida y fuente de la solidaridad más eficaz. En concreto, pretende equiparar las uniones de personas del mismo sexo con el matrimonio, permitiendo además la adopción conjunta. Entendemos que esta equiparación y la adopción por parte de parejas del mismo sexo supone un atentado contra la institución matrimonial y contra el derecho del menor a una madre y un padre.

A esta medida se unen otras propuestas del Gobierno que nos causan honda preocupación; la banalización legal del compromiso matrimonial mediante el divorcio unilateral y sin causa desde los tres meses de la boda, el progresivo menoscabo del derecho a la vida, la limitación del derecho de los padres a decidir sobre la educación de sus hijos, y la exclusión de las expresiones y convicciones morales y religiosas de la vida pública.

Ante estas iniciativas contrarias a la dignidad del ser humano, demandamos del Gobierno y de todas y cada una de las fuerzas políticas:

a) la retirada del proyecto de ley que equipara las uniones de personas del mismo sexo con el matrimonio, así como una regulación sobre la adopción que garantice el derecho del niño a tener una madre y un padre, en concordancia con la Convención de la ONU sobre los derechos del niño.

b) una política integral de protección a la familia, fundada en el mutuo compromiso e igualdad del hombre y la mujer que crean el ambiente idóneo para las nuevas vidas, generando la solidaridad social más consistente que conocemos.

c) el respeto y el apoyo a la libertad de los padres para decidir sobre la educación de sus hijos y, en particular, para responsabilizarse de su formación moral, cívica y religiosa.

d) un ordenamiento jurídico que garantice el respeto a la vida humana en su integridad, tan esencialmente unido al matrimonio y la familia.

e) una valoración positiva del hecho religioso en libertad, dado su carácter humanizador, social, ético y como motor del compromiso personal con la solidaridad, la justicia y la igualdad.

Porque
“La familia SÍ importa”

"Por el derecho a una madre y un padre”

“Por la libertad”

Comprometidos con los anteriores principios,

Pedimos a los poderes públicos, a los grupos sociales y a cada ciudadano el respeto responsable y activo hacia el contenido de este manifiesto.

El cristianismo y las religiones del mundo

Fe, verdad y tolerancia.

Entrevista al Cardenal Ratzinger - 26/11/2004

En su último libro «Fe, verdad, tolerancia - El cristianismo y las religiones del mundo» («Fede, verità, tolleranza - Il cristianesimo e le religioni del mondo», editorial Cantagalli), publicado recientemente en italiano, el cardenal Joseph Ratzinger interviene en los principales temas del momento: la relación entre las religiones, los riesgos del relativismo y el papel que el cristianismo puede jugar. Son cuestiones que el prefecto de la Congregación para la Doctrina de la Fe abordó también en una entrevista concedida a Antonio Socci, publicada íntegramente en «Il Giornale» el pasado 26 de noviembre. Reproducimos aquí el texto difundido por el diario milanés y luego publicado por ZENIT.

Eminencia, hay una idea que se ha afirmado en la alta cultura y en el pensamiento común según la cual las religiones son todas vías que llevan hacia el mismo Dios, de forma que lo mismo vale una que otra. ¿Qué piensa, desde el punto de vista teológico?

Diría que incluso en el plano empírico, histórico, no es cierta esta concepción, muy cómoda para el pensamiento de hoy. Es un reflejo del relativismo difundido, pero la realidad no es ésta porque las religiones no están de una forma estática, una junto a otra, sino que se encuentran en un dinamismo histórico en el que se convierten también en desafíos la una para la otra. Al final, la Verdad es una, Dios es uno, por ello todas estas expresiones tan diferentes, nacidas en diversos momentos históricos, no son equivalentes, sino que son un camino en el que se plantea la cuestión: ¿dónde ir? No se puede decir que son caminos equivalentes porque están en un diálogo interior, y naturalmente me parece evidente que no pueden ser medios de salvación cosas contradictorias: la verdad y la mentira no pueden ser de la misma forma vías de salvación. Por ello, esta idea sencillamente no responde a la realidad de las religiones y no responde a la necesidad del hombre de encontrar una respuesta coherente a sus grandes interrogantes.

En varias religiones se reconoce el carácter extraordinario de la figura de Jesús. Parece que no es necesario ser cristiano para venerarlo. ¿Entonces no hay necesidad de la Iglesia?

Ya en el Evangelio encontramos dos posturas posibles referentes a Cristo. El Señor mismo distingue: qué dice la gente y qué decís vosotros. Pregunta qué dicen aquellos que Le conocen de segunda mano, o de manera histórica, literaria, y después qué dicen aquellos que Le conocen de cerca y han entrado realmente en un encuentro verdadero, tienen experiencia de Su verdadera identidad. Esta distinción permanece presente en toda la historia: existe una impresión desde fuera que tiene elementos de verdad. En el Evangelio se ve que algunos dicen: «es un profeta». Así como hoy se dice que Jesús es una gran personalidad religiosa o que hay que contarlo entre los «avataras» --las múltiples manifestaciones de lo divino--. Pero los que han entrado en comunión con Jesús reconocen que existe otra realidad, es Dios presente en un hombre.

¿No es comparable con las otras grandes personalidades de las religiones?

Son muy distintas unas de otras. Buda, en sustancia, dice: «Olvidadme, id sólo sobre el camino que he mostrado». Mahoma afirma: «El señor Dios me ha dado estas palabras que verbalmente os transmito en el Corán». Y así. Pero Jesús no entra en esta categoría de personalidades ya visible e históricamente diferentes. Menos aún es uno de los «avataras», en el sentido de los mitos de la religión hinduista.

¿Por qué?

Es una realidad del todo distinta. Pertenece a una historia, que comienza desde Abraham, en la cual Dios muestra su rostro, Dios se revela como una persona que sabe hablar y responder. Y este rostro de Dios, de un Dios que es persona y actúa en la historia, encuentra su cumplimiento en el instante en que Dios mismo, haciéndose hombre Él mismo, entra en el templo. Por lo tanto, incluso históricamente, no se puede asimilar a Jesucristo con las diversas personalidades religiosas o con las visiones mitológicas orientales.

Para la mentalidad común, esta «pretensión» de la Iglesia –que proclama a «Cristo, única salvación»-- es arrogancia doctrinal.

Puedo entender los motivos de esta moderna visión que se opone a la unicidad de Cristo, y comprendo también una cierta modestia de algunos católicos para los cuales «nosotros no podemos decir que tenemos una cosa mejor que los demás». Además, existe también la herida del colonialismo, período durante el cual algunos poderes europeos, en función de su poder mundial, instrumentalizaron el cristianismo. Estas heridas han permanecido en la conciencia cristiana, pero no deben impedirnos ver lo esencial. Porque el abuso del pasado no debe impedir la comprensión recta. El colonialismo –y el cristianismo como instrumento de poder— es un abuso. Pero el hecho de que se haya abusado de ello no debe cerrar nuestros ojos frente a la realidad de la unicidad de Cristo. Sobre todo debemos reconocer que el Cristianismo no es una invención nuestra europea, no es un producto nuestro. Es siempre un desafío que viene de fuera de Europa: al principio, vino de Asia, como bien sabemos. Y se encontró inmediatamente en contraste con la sensibilidad dominante. Aunque después Europa fue cristianizada, siempre quedó esta lucha entre las propias pretensiones particulares, entre las tendencias europeas, y la novedad siempre nueva de la Palabra de Dios que se opone a estos exclusivismos y abre a la verdadera universalidad. En este sentido, me parece que debemos redescubrir que el cristianismo no es una propiedad europea.

¿El cristianismo contrasta también hoy con la tendencia al cerramiento que hay en Europa?

El cristianismo es siempre algo que viene realmente de fuera, de un acontecimiento divino que nos transforma y se opone incluso a nuestras pretensiones y a nuestros valores. El Señor cambia siempre nuestras pretensiones y abre nuestros corazones a Su universalidad. Me parece muy significativo que en este momento el Occidente europeo sea la parte del mundo más opuesta al cristianismo, precisamente porque el espíritu europeo se ha autonomizado y no quiere aceptar que haya una Palabra divina que le muestre un camino que no siempre es cómodo.

Evocando a Dostoevskij, me pregunto si un hombre moderno puede creer, creer verdaderamente que Jesús de Nazaret es Dios hecho hombre. Se percibe como un absurdo.

Cierto; para un hombre moderno es una cosa casi impensable, un poco absurda y fácilmente se atribuye a un pensamiento mitológico de un tiempo pasado que ya no es aceptable. La distancia histórica hace más difícil pensar que un individuo que vivió en un tiempo lejano pueda estar ahora presente, para mí, y que sea la repuesta a mis preguntas.

Me parece importante observar que Cristo no es un individuo del pasado lejano a mí, sino que ha creado un camino de luz que invade la historia empezando por los primeros mártires, con estos testigos que transforman el pensamiento humano, ven la dignidad humana del esclavo, se ocupan de los pobres, de los que sufren y llevan así una novedad en el mundo también con el propio sufrimiento. Con esos grandes doctores que transforman la sabiduría de los griegos, de los latinos, en una nueva visión del mundo inspirada justamente por Cristo, que encuentra en Cristo la luz para interpretar el mundo, con figuras como San Francisco de Asís, que ha creado el nuevo humanismo. O figuras también de nuestro tiempo: pensemos en Madre Teresa, Maximiliano Kolbe...

Es un ininterrumpido camino de luz que hace camino en la historia y una ininterrumpida presencia de Cristo, y me parece que este hecho –que Cristo no se ha quedado en el pasado, sino que ha sido siempre contemporáneo con todas las generaciones y ha creado una nueva historia, una nueva luz en la historia, en la cual está presente y siempre contemporáneo— hace entender que no se trata de cualquiera grande en la historia, sino de una realidad verdaderamente Otra, que lleva siempre luz. Así, asociándose a esta historia, uno entra en un contexto de luz, no se pone en relación con una persona lejana, sino con una realidad presente.

¿Por qué, en su opinión, un hombre del 2003 necesita a Cristo?

Es fácil advertir que las cosas que proporciona sólo un mundo material o incluso intelectual no responden a la necesidad más profunda, más radical que existe en todo hombre: porque el hombre tiene el deseo –como dicen los Padres— del infinito. Me parece que precisamente nuestro tiempo, con sus contradicciones, sus desesperaciones, su masivo refugiarse en callejones como la droga, manifiesta visiblemente esta sed del infinito, y sólo un amor infinito que sin embargo entra en la finitud, y se convierte directamente en un hombre como yo, es la respuesta.

Es ciertamente una paradoja que Dios, el inmenso, haya entrado en el mundo finito como una persona humana. Pero es precisamente la respuesta de la que tenemos necesidad: una respuesta infinita que, sin embargo, se hace aceptable y accesible, para mí, «acabando» en una persona humana que, con todo, es el infinito. Es la respuesta de la cual se tiene necesidad: casi se debería inventar si no existiera...

Existe una novedad en su libro a propósito del tema del relativismo. Usted sostiene que en la práctica política, el relativismo es bienvenido porque nos vacuna, digamos, de la tentación utópica. ¿Es el juicio que la Iglesia siempre ha ofrecido sobre la política?

Diría que sí. Es esta una de las novedades esenciales del cristianismo para la historia. Porque hasta Cristo, la identificación de religión y Estado, divinidad y Estado, era casi necesaria para dar una estabilidad al Estado. Después el Islam vuelve a esta identificación entre mundo político y religioso, con el pensamiento de que sólo con el poder político se puede también moralizar la humanidad.

En realidad, desde Cristo mismo encontramos inmediatamente la postura contraria: Dios no es de este mundo, no tiene legiones, así lo dice Cristo; Stalin dice que no tiene divisiones. No tiene un poder mundano, atrae a la humanidad hacia sí no con un poder externo, político, militar, sino sólo con el poder de la verdad que convence, del amor que atrae. Él dice: «Atraeré a todos hacia mí». Pero lo dice justamente desde la cruz. Y así crea esta distinción entre emperador y Dios, entre el mundo del emperador al cual conviene lealtad, pero una lealtad crítica, y el mundo de Dios, que es absoluto. Mientras que no es absoluto el Estado.

Por lo tanto, no existe poder o política o ideología que pueda reivindicar para sí lo absoluto, lo definitivo, la perfección...

Esto es muy importante. Por ello he sido contrario a la teología de la liberación, que de nuevo ha transformado el Evangelio en receta política con la absolutización de una postura para la cual sólo ésta sería la receta para liberar y dar progreso...

En realidad, el mundo político es el mundo de nuestra razón práctica donde, con los medios de nuestra razón, debemos encontrar los caminos. Hay que dejar precisamente a la razón humana hallar los medios más adecuados y no absolutizar el Estado. Los Padres han orado por el Estado reconociendo en él la necesidad, su valor, pero no han adorado el Estado: me parece justamente ésta la distinción decisiva.

Pero este es un extraordinario punto de encuentro entre pensamiento cristiano y cultura liberal-democrática.

Pienso que la visión liberal-democrática no habría podido nacer sin este acontecimiento cristiano que ha dividido los dos mundos, creando así también una nueva libertad. El Estado es importante, se deben obedecer las leyes, pero no es el poder último. La distinción entre el Estado y la realidad divina crea el espacio de una libertad en la que una persona puede también oponerse al Estado. Los mártires son un testimonio para esta limitación del poder absoluto del Estado. Así ha nacido una historia de libertad. Si bien después el pensamiento liberal-democrático ha tomado sus caminos, el origen es precisamente este.

Los sistemas comunistas europeos se han derrumbado. Pero usted, en su libro, no excluye que el pensamiento marxista pueda en cualquier caso volver a presentarse en otras formas en los próximos tiempos.

Es una hipótesis mía, pero me parece que comienza ya a verificarse, porque el puro relativismo que no conoce valores éticos fundamentales y por lo tanto no conoce realmente tampoco un porqué de la vida humana, incluso de la vida política, no es suficiente. Por ello, para un no creyente que no reconoce la trascendencia, persiste este gran deseo de encontrar algo absoluto y un sentido moral de su actuación.

Las agitaciones «no-global» de estos años, ¿son de nuevo una trasposición de la sed de absoluto en un objetivo político?

Diría que sí. Existe siempre esta sed, porque el hombre tiene necesidad de lo absoluto, y si no lo encuentra en Dios lo crea en la historia.

Siguiendo con el tema del relativismo, ¿todos los usos y costumbres y las civilizaciones deben ser siempre respetadas a priori o bien existe un canon mínimo de derechos y deberes que debe valer para todos?

Esta es la otra cara de la moneda. Primero hemos constatado que la política es el mundo de lo opinable, de lo perfectible, donde se deben buscar con las fuerzas de la razón los caminos mejores, sin absolutizar un partido o una receta. Sin embargo, existe también un campo ético, la política, por ello no puede al final conllevar un relativismo total donde, por ejemplo, matar y crear paz tengan la misma legitimidad. En diversos documentos de nuestra Congregación hemos subrayado este hecho, aún reconociendo totalmente la autonomía política.

Así que no todo está permitido...

Hemos dicho siempre que ni siquiera la mayoría es la última instancia, la legitimación absoluta de todo, en cuanto que la dictadura de la mayoría sería igualmente peligrosa como las demás dictaduras. Porque podría un día decidir, por ejemplo, que hay una «raza» que hay que excluir para el progreso de la historia, aberración lamentablemente ya vista. Por lo tanto, existen límites también al relativismo político. El límite está trazado por algunos valores éticos fundamentales que son precisamente la condición de este pluralismo. Y son por lo tanto obligatorios también para las mayorías.

¿Algún ejemplo?

Sustancialmente el Decálogo ofrece en síntesis estas grandes constantes.

Volviendo a otro aspecto del «relativismo cultural», también entre los católicos hay quien considera la misión casi una violencia psicológica frente a pueblos que tienen otra civilización.

Si uno piensa que el Cristianismo es sólo su propio mundo tradicional, evidentemente percibe así la misión. Pero se ve que no ha entendido la grandeza de esta perla, como dice el Señor, que se le da en la fe. Naturalmente, si fueran sólo tradiciones nuestras, no se podrían llevar a los demás. Si en cambio hemos descubierto, como dice San Juan, el Amor, si hemos descubierto el rostro de Dios, tenemos el deber de contarlo a los demás. No puedo mantener sólo para mí una cosa grande, un amor grande, debo comunicar la Verdad. Naturalmente en el pleno respeto de su libertad, porque la verdad no se impone con otros medios más que con la propia evidencia, y sólo ofreciendo este descubrimiento a los demás –mostrando lo que hemos encontrado, el don que tenemos en la mano, que está destinado a todos— podemos anunciar bien el Cristianismo, sabiendo que supone el altísimo respeto de la libertad del otro, porque una conversión que no estuviera basada en la convicción interior --«he encontrado lo que deseaba»-- no sería una verdadera conversión.

Recientemente ha salido a la luz en la prensa un fenómeno doloroso: la conversión de muchos inmigrantes que proceden del Islam y que –además de hallarse en peligro— se encuentran solos, no acompañados por la comunidad cristiana.

Sí, lo he leído y me duele mucho. Es siempre el mismo síntoma, el drama de nuestra conciencia cristiana que está herida, que es insegura de sí. Naturalmente debemos respetar los Estados islámicos, su religión, pero sin embargo pedir también la libertad de conciencia de cuantos quieren hacerse cristianos, y con valor debemos asistir a estas personas, precisamente si estamos convencidos de que han encontrado algo que es la respuesta verdadera. No debemos dejarles solos. Se debe hacer todo lo posible para que puedan, en libertad y con paz, vivir cuanto han hallado en la religión cristiana.

Fraga

Un pacto en la defensa
Darío VALCÁRCEL

No es un mal final el de Fraga, peleador de 82 años, viejo, sí, pero más joven que muchos de 40. Ganador por amplio margen de su última contienda electoral. Comprometido desde hace 35 años con la democracia. Democracia interpretada desde la derecha conservadora, pero democracia verdadera: la que defiende la separación de poderes, los derechos del hombre, el estado no confesional y la posibilidad de que el voto popular expulse al gobierno de turno. Esa es la columna vertebral, lo demás es accesorio. En los años 60 Fraga era para nosotros, universitarios, un ministro de Franco, lo cual era demasiado simple. Fraga defendía con buena visión un cambio desde dentro al que se llamara a todos los de fuera. Mantuvo contra viento y marea la necesidad de reformas democráticas. En el parque jurásico de Franco, a medida que el general iba desinteresándose de su empleo, empezaron a reaparecer animales prehistóricos, extintos -creíamos- hacía millones de años. Hubo muy pocos, pero algunos, políticos capaces, honrados, que colaboraron con Franco: Larraz, Gamero, Castiella, Barrera, Ullastres... Todos terminaron distanciados. Franco era mediocre para los asuntos del mundo; perspicaz (y cruel) en todo lo que rozara su poder personal. Intentó ser templado desde 1966. Pero la fase final fue sórdida, con Arias Navarro al frente.

Para quienes vivíamos instalados cómodamente en la oposición verbal (apenas algo de TOP mientras la tortura y la cárcel caían sobre amigos comunistas o nacionalistas), Fraga era una referencia de valor y de dignidad. Cuando en 1973 hicimos la primera lista de 300 accionistas de «El País», un periódico independiente, contra el franquismo supérstite, Fraga desembolsó unas primeras acciones y aportó 50 amigos, con un porcentaje respetable del capital. Aparte de sus lecturas, era un hombre de notable ironía pirenaica, conocedor del valor de la vida humana, con un sentido del humor que desconcertaba al caquéctico general y a sus aduladores. Fraga aparece al cabo de tres décadas con sus cualidades y defectos. Grandes defectos, grandes cualidades. Otros tienen sólo defectos, pequeño formato, Fraga siempre extra large. Convirtió a la derecha en partido europeo, capaz de aceptar el modelo básico de democracia occidental con todas sus consecuencias. Su aportación y las de Carrillo, González, Pujol, Areilza, Ajuriaguerra, Suárez (sin olvidar Borbón, Juan Carlos I y Don Juan) son invaluables.

Aunque no lo parezca, estas líneas se escriben a propósito de leyes decisivas. Recordamos el error de los populares en el referéndum OTAN, 1986. ¿Qué habría ocurrido si dos décadas después Rodríguez Zapatero no hubiera recibido el apoyo real del PP en trances graves para el interés nacional? En el referéndum europeo de febrero, Rajoy hubiera podido encontrar una salida ambigua y Zapatero estaría hoy tan tocado como Chirac.

Algo habría que plantear hoy ante la ley de la Defensa, en tramitación parlamentaria. Quizá se pueda pedir al PP y al PSOE un ejercicio de responsabilidad, de valor político. Si el PSOE no pactara con el PP, la ley de la Defensa quedaría en manos de hombres de enorme talento político, figuras de la talla de Solón o de Pericles, por ejemplo Carod-Rovira. Algunos millones de españoles, discúlpennos, sabemos que esta es una responsabilidad del PSOE. Pero una vez reconocido así, quizá fuera oportuno cooperar en vez de torpedear. Una parte del PP podrá caer en la tentación de lavar y curar sus heridas de Irak (donde, por cierto, las cosas van mal). Los responsables del gobierno de entonces están muy presentes en el partido. Pero eso puede no ser obstáculo para que se haga una buena ley. De otro modo se hará con la colaboración de Izquierda Unida y Esquerra Republicana. No suele ser saludable ejercitar la memoria reivindicativa. En 1986, referéndum OTAN, muchos erramos. Pero el error de los populares hubo de pagarse al contado, por el PP y por Fraga mismo, de su personal capital político. Una experiencia que conviene recordar.

El valor que le damos a la vida

DESMOND TUTU
PREMIO NOBEL DE LA PAZ

POCAS situaciones en tiempos recientes han generado tanta controversia como la suerte de Terri Schiavo, a quien la Justicia retiró la alimentación asistida que la mantenía con vida. Nuestros pensamientos están con su familia y esposo, con quienes batallaron contra esta difícil decisión y con quienes lamentan su pérdida. Durante semanas, la suerte de Terri acaparó las primeras planas de los periódicos no sólo en Estados Unidos, sino en todo el mundo, y captó niveles de atención política y religiosa sin precedentes. Al final, resultó buena toda esa atención, puesto que se reafirmó el alto valor que le asignamos a la vida y al principio de que no se debe tratar con ligereza.

Terri se mantuvo con vida durante quince años gracias a una dieta líquida concentrada, rica en nutrientes, con un costo médico considerable. A mediados de los ochenta, al inicio de la pandemia de sida en Norteamérica y Europa, miles de enfermos que eran incapaces de digerir alimentos recibieron una dieta similar. Sin la alimentación asistida, también habrían muerto. Muchas de las primeras víctimas de la enfermedad sencillamente murieron de hambre porque ya no podían comer con normalidad.

En Estados Unidos, el costo de mantener a un paciente bajo alimentación asistida en el ámbito hospitalario supera los 250.000 dólares al año; los costes de una atención domiciliaria, aunque menores, siguen siendo muy altos. Los contribuyentes de los países desarrollados jamás cuestionarían este gasto, ni deberían hacerlo. La vida no tiene precio, y no se debe evaluar desde la perspectiva de costo-beneficio.

El debate en torno a Terri Schiavo era un debate básicamente moral, que sólo puede darse en el mundo desarrollado. Es un lujo que nosotros, en África, no podemos permitirnos. Para millones de familias afectadas por el sida en este continente dicho debate es impensable. Aquí, cada día, la única alternativa que les queda a muchos niños es ver morir lentamente de hambre a sus padres y sucumbir a infecciones que no pueden combatir por encontrarse demasiado débiles y desnutridos. Ningún país donante se ha comprometido con una campaña dedicada a nutrir a estas personas.

Se han logrado compromisos loables para financiar antirretrovirales y la cantidad de personas que los reciben va en aumento, pero no se ha logrado que estos compromisos incluyan la financiación necesaria para asegurar que estos pacientes y sus familias reciban alimentación. Todo esto resulta difícil de comprender. Los políticos de los países desarrollados aún perciben el sida a través de la lente de sus propias experiencias. Simplemente, se asume que la nutrición está garantizada, y esto es un gran error.

En África, los enfermos de sida que son admitidos en los hospitales llegan desnutridos y, desafortunadamente, no existe un mecanismo sistemático para atender sus necesidades. Todavía no se ha logrado un consenso científico sobre las necesidades especiales que se requiere atender, pero sí sabemos que una buena nutrición refuerza el sistema inmunológico y ayuda a las personas a combatir infecciones que resultan fatales para las personas con VIH. Sabemos también que el tratamiento antirretroviral tiene una mayor posibilidad de éxito cuando las enfermos están mejor alimentados, pero la mayoría de los treinta millones de personas enfermas de sida en África ni siquiera cuentan con los nutrientes básicos requeridos por un ser humano para vivir una vida sana; aún menos para poder contrarrestar la tuberculosis y otras infecciones oportunistas que los acechan.

Los gobiernos no han asumido la responsabilidad de asegurar la nutrición en sus programas y políticas sobre sida. Este hecho se observa con mayor claridad en los países de la región sur de África, donde la ONU y las ONGs se esfuerzan por satisfacer las tremendas necesidades alimentarias de la gente. El Programa Mundial de Alimentos -desde hace tiempo uno de los principales impulsores de esta causa- continua luchando para poder obtener los fondos requeridos. La alimentación, junto con la educación, representa la primera línea de defensa contra el sida. Las investigaciones indican que las personas que se encuentran bien nutridas tienden a tomar las medicinas prescritas; también se sienten mejor y trabajan por más tiempo. Todo ello, unido al paulatino incremento en la disponibilidad, a mejor precio, de la terapia antirretroviral, podría lograr mejoras sustanciales en la lucha contra esta terrible pandemia.

Uno de cada tres africanos -con o sin VIH- está desnutrido. El VIH produce más hambre, acabando con la energía necesaria que las personas necesitan para atender los cultivos o generar ingresos. Al atacar primero a los cabezas de familia, el virus consigue minar el estado nutricional de familias y comunidades enteras, lanzándolas a una espiral de indigencia que, a su vez, empuja a algunos hacia actividades tales como la prostitución, exponiéndoles a un riesgo aún mayor de infección. El sida, junto con la sequía y las dificultades económicas, está reduciendo la capacidad de regiones enteras para producir sus propios alimentos, como es el caso en el sur de África.

La pandemia también está destruyendo el sistema de salud, matando a doctores y enfermeras a un ritmo que sobrepasa la capacidad de nuestras sociedades para crear y entrenar a nuevo personal médico. Incluso antes de la crisis, muchos de los países en desarrollo no contaban con los recursos necesarios para proporcionar una adecuada atención médica a sus ciudadanos. Ahora, con una de cada cuatro personas infectadas por VIH en los países más afectados, muchos de estos sistemas de salud están al borde del colapso.

Resulta tentador dirigir todas nuestras energías sólo hacia el tratamiento, pero el sida ataca en muchos frentes. Aquellos que reciben medicamentos también deben recibir una buena alimentación. Las dietas adecuadas también pueden ayudar a las personas a mantenerse saludables más tiempo. Ni Terri Schiavo ni los millones de africanos desnutridos con VIH han tenido voz ni voto en las decisiones que se toman lejos de sus camas, aun cuando estas decisiones representen la diferencia entre la vida y la muerte. Al menos en el caso de Terri Schiavo, sí había alternativas, mientras que una nación entera, junto con la mayor parte del mundo, se involucró en un debate que al final otorgó un enorme valor a una vida individual. ¿Cuándo va a tener el mismo valor la vida de un africano pobre con sida?

2005-06-29

El ataque a la familia

Artículo de opinión en ABC de Benigno Blanco
VICEPRESIDENTE DEL FORO ESPAÑOL DE LA FAMILIA

La familia ha existido siempre y siempre existirá, pues sin ella es imposible la Humanidad. A lo largo de la historia, en todo lugar y tiempo, se ha identificado ese núcleo formado por el hombre y la mujer que se quieren y comparten sus vidas, abriéndose a la generación como algo inmensamente valioso para la sociedad, pues proporciona el nicho ecológico de las nuevas vidas. Además, el parentesco de consanguinidad derivado de la paternidad-filiación es el lazo de solidaridad más potente que se ha conocido nunca y hoy sigue sustentando a las sociedades.

Ha habido épocas en que por influencia de ideologías antihumanistas algunos gobiernos se han empeñado en acabar con las familias. Así sucedió con el comunismo y el nazismo en el siglo XX y así sucede hoy en España, donde un Ejecutivo imbuido de la filosofía de género, el nuevo antihumanismo ideológico de nuestros días, intenta un gran experimento de ingeniería social desde el poder: desmontar y reconfigurar la institución del matrimonio. La sociedad española se enfrenta a una situación excepcional, el intento de prescindir de la concepción del matrimonio como unión de hombre y mujer, concepto que hoy es aceptado en todo el mundo y que así se ha mantenido desde el comienzo de la historia.

El Estado ha decidido meterse en la cama con los españoles, al redefinir el matrimonio como un contrato provisional sin referencia alguna al sexo de los contrayentes, configurado como mera relación afectiva entre adultos. Así, con la equiparación de cualquier tipo de relación afectiva con el verdadero matrimonio, éste pasa a una situación de alegalidad y la familia se diluye, se ve privada de cualquier tipo de protección legal y pierde legalmente su sentido como fundamento básico de la sociedad.

Los españoles no podemos asistir con los brazos cruzados a los intentos de destrucción de algo tan esencial. La familia hoy se encuentra injustamente atacada y el Foro Español de la Familia ha salido a la calle para defender la institución del matrimonio y el bien de las personas, en particular el de los niños y los jóvenes. El PSOE llegó al poder de la mano del talante y la renovación democrática. Frente al gobierno del PP, al que acusaba de insensible a la voz del pueblo, Zapatero ofrecía el diálogo y la transparencia como garantías de buen gobierno. Al grito de «no hay límites al poder del pueblo»; y en su nombre han comenzado a prescindir de él.

En los sistemas de democracia representativa, como el español, el pueblo y sus derechos se encuentran garantizados por el correcto funcionamiento del procedimiento democrático. El recurso dialéctico constante de los miembros del Gobierno socialista al mandato del pueblo suena ya a excusa forzada. La voz del pueblo que ellos citan no es tal; no es más que la voz de unos gobernantes, que en nombre de su propia razón de Estado hacen suya esa famosa frase de los monarcas absolutistas: «Todo para el pueblo pero sin el pueblo». El pueblo son sus instituciones, y para escuchar al pueblo es imprescindible escuchar a todas y cada una de ellas, para garantizar sus derechos y la democracia.

Por eso resulta un peligro para la democracia un gobierno que, en nombre del pueblo, prescinde de sus instituciones para sacar adelante un proyecto minoritario sin el mínimo consenso social. Así, no ha escuchado las recomendaciones del Consejo de Estado; ha ignorado al CGPJ, obviando su labor consultiva para leyes que afectan a los derechos fundamentales; y si nada lo remienda, prescindirá de la voluntad soberana del Senado. Prescindir de las instituciones conduce a prescindir del pueblo, como demuestra la exclusión del Foro Español de la Familia, que representa a más de cuatro millones de familias, y del más de millón y medio de personas que acudieron a la manifestación del 18 de junio, a la hora de abordar la reforma de la institución familiar.

Desde el principio no hemos dejado de ofrecer alternativas y plantear soluciones. El Gobierno no puede adoptar leyes y políticas que afectan a la familia y la infancia sin la interlocución de las organizaciones familiares. Por eso pretendemos que el Ejecutivo retire los proyectos de ley de equiparación de las uniones homosexuales con el matrimonio y de reforma del divorcio y solicitamos la creación inmediata de una mesa de diálogo, que inicie un trabajo con las organizaciones familiares para abordar desde su origen y causas, y de manera seria y rigurosa, dichas problemáticas, y consensuar fórmulas que ayuden a solucionarlas.

Son muchas las necesidades sociales pendientes de respuesta por parte del Ejecutivo; no en vano España es uno de los países europeos que menos porcentaje del PIB dedica a políticas familiares: 0,5 por ciento, frente a la media europea del 2,2 por ciento. No se trata de reivindicaciones nuevas; es más, casi todas ellas aparecían en el programa del PSOE en materia de familia, que, a un año de las elecciones, sigue inédito. En particular, la creación de la Secretaría de Estado de Políticas Familiares, la creación del Consejo Estatal de Políticas de Familia, la ley de Apoyo a las Familias con Necesidades Especiales, el apoyo a la familia en los Presupuestos de 2005, la reforma fiscal, las prestaciones por hijos a cargo, la extensión de la paga de los cien euros, las ayudas a la natalidad y la prestación económica por nacimiento.

Otras, como las reformas legislativas en materia de conciliación, la universalización de las prestaciones sociales por hijo a cargo, el abaratamiento de la vivienda o la retribución a los miembros de las familias por su dedicación a los hijos y personas dependientes, no son más que exigencias de justicia debidas a la función social de las familias.

La familia aporta a la sociedad las nuevas vidas y el entorno adecuado para ampararlas; la familia es la verdadera seguridad social que siempre acoge y llega a donde no llega la asistencia pública; la familia aporta calidad de vida y humanidad, pues en ella las personas son queridas por el hecho de existir. Sin familia no existiría solidaridad social universal y problemas como el paro o la atención a las personas dependientes se volverían dramáticos. Por todo ello, la familia merece protección jurídica y amparo de los poderes públicos. Por todo ello, atacar a la familia y a su origen, el matrimonio, es una grave injusticia.

Los totalitarismos del siglo XX no lograron acabar con la familia y tampoco lo lograrán las ideologías de género en el XXI, porque la familia se defiende a sí misma, como la vida.

2005-06-28

1º.- Nuestra sociedad es una sociedad abierta, que goza de un sistema democrático equiparable al de los países de nuestro entorno. Como ciudadanos, e independientemente de nuestras ideas políticas, tenemos derecho a recibir del Parlamento información completa y fidedigna de uno de los hechos más dramáticos de nuestra historia.
2º.- No cuestionamos la legitimidad de las elecciones del 14 de marzo de 2004.
3º.- No pretendemos culpabilizar a ningún partido político.
4º.- Reclamamos saber cómo fue posible ese brutal atentado tres días antes de unas elecciones generales para evitar que en el futuro ningún terrorista vuelva a condicionar la normalidad democrática que tanto nos ha costado alcanzar.
5º.- Como mejor homenaje a las víctimas del atentado terrorista del 11 de marzo de 2004, exigimos a nuestros legítimos representantes que mantengan abierta la Comisión de Investigación del 11-M hasta que queden definitivamente depuradas todas las responsabilidades que puedan derivarse, por acción u omisión, del comportamiento de miembros de instituciones sostenidas total o parcialmente con fondos públicos.


Sin embargo, el Delegado del Gobierno (del talante y del diálogo) en Madrid prohíbe la concentración ante el Congreso, seguramente en el mismo sitio donde Pilar Manjón y algunos de sus asociados a su Asociación de afectados, se concentró para llamar asesino a José María Aznar.

Opinión en ABC. Deriva parlamentaria.

El escobazo
Por Carmen MARTÍNEZ CASTRO

El Congreso de los Diputados cierra esta semana sus investigaciones sobre los atentados del 11-M, el episodio más dramático de nuestra historia desde la Guerra Civil, con un bajonazo indigno de la magnitud de la tragedia aunque coherente con el desarrollo de los trabajos parlamentarios. Ni siquiera ha merecido los honores de un pleno extraordinario. Va en el mismo paquete que el divorcio exprés, los matrimonios homosexuales y decenas de asuntos del más variado pelaje, en el pleno escoba que cierra el periodo de sesiones. Toda una metáfora. Sus señorías se han dedicado a barrer los interrogantes sobre la masacre, cada vez más numerosos e inquietantes, a escobazos de puro partidismo demagógico. El telón parlamentario no cierra la tragedia de los atentados, acaso la agrava aún más.

Durante estos meses de investigaciones no ha salido del Congreso ni un dato digno de mención. Bromeamos con las vejigas de aluminio de algunos políticos, asistimos al nacimiento de estrellas mediáticas como Pilar Manjón y supuestamente recibimos de un profesor alemán lecciones de lucha contra el terrorismo, ¡como si aquí no estuviéramos titulados en la materia! Desde que el famoso portero de Alcalá inauguró las comparecencias se han sucedido las contradicciones obscenas entre los testimonios parlamentarios y la realidad; pero nada ha cambiado en el guión de este juicio sumarísimo diseñado de antemano.

La mayoría parlamentaria surgida de aquellas elecciones terribles ha mostrado más interés en rematar a un gobierno derrotado en las urnas que en conocer quién, por qué y con qué fines organizó el asesinato de decenas de compatriotas. Los que exigían implacables la verdad en las calles no han querido saber nada de las tramas de venta de explosivos, de las negligencias siniestras, las coincidencias imposibles o determinadas amistades abiertamente peligrosas. No se han dado por enterados ni de las mentiras que les endilgaron algunos comparecientes ni de las revelaciones del caso publicadas por los medios de comunicación. No han querido escuchar a los confidentes policiales, pero tampoco al anterior secretario de Estado de Seguridad. Increíblemente, se votarán unas conclusiones sin escuchar al responsable de las Fuerzas de Seguridad durante aquellos días dramáticos.

Fue Alfredo Pérez Rubalcaba quien acuñó el concepto de «verdad parlamentaria»; hoy podemos concluir que esa verdad tiene tanto que ver con la realidad como la justicia militar con la Justicia, o la música militar con la Música. El propio portavoz socialista, otrora brillante y ocurrente divulgador de maldades, es hoy un político perseguido por la sombra de su comportamiento en aquella ominosa jornada de reflexión. Del mismo modo, la mayoría que apoya al Gobierno quedará reflejada en su votación del jueves y en su negativa a investigar hasta el fondo la masacre de Madrid. Quedarán tan retratados con el escobazo del jueves como con su silencio vergonzante ante el indulto de ETA.

Opiniones en ABC. Deriva autonómica.

El extravío autonómico
EDURNE URIARTE

Últimamente, acontecen absurdos políticos como el siguiente: en dos de las entrevistas de la campaña gallega, preguntaban a Anxo Quintana y a Manuel Fraga por su prioridad en caso de triunfo, y he aquí que los dos contestaban exactamente lo mismo; su preocupación máxima era reformar el Estatuto. Pero, ¿qué está pasando? Sustancialmente, que, bajo el impulso de las reivindicaciones nacionalistas, nuestro país ha sido engullido por una vorágine reformista en la que todo el mundo está atrapado de una forma o de otra, aunque los únicos que sepan para qué sean los nacionalistas. Es la segunda transición, como afirma el presidente del Gobierno, pero, a diferencia de la primera, en ésta no hay un proyecto político nacional, ni valoración de las consecuencias, ni conciencia de su trascendencia histórica. Y las élites políticas, ni saben qué quieren ni adónde van.

Es cierto que el proyecto de Fraga es muy diferente al de Quintana, que el nuevo estatuto catalán es inconstitucional y que la reforma consensuada por los populares y socialistas valencianos es constitucional, que también la propuesta de Jaime Matas está dentro de los límites de la Constitución y que no se puede equiparar con la catalana. Bien, pero hay una pregunta que nadie ha contestado; mejor dicho, que ni se ha planteado, que es la referente a las razones por las que nos hemos metido en esta revisión global de nuestro sistema autonómico. Porque el PP ha establecido unos límites a las reformas, pero ha eludido las preguntas previas sobre el sentido y orientación de esta revolución. Y, en la práctica, se ha limitado a sumarse al proceso abierto por los socialistas.

Sabemos cómo y por qué empezó todo esto, pero no tenemos ni idea de dónde acabará. Como siempre, hemos sido arrastrados por las reivindicaciones nacionalistas, y, en segundo término, por el giro de la política autonómica impulsado por el PSOE. Porque la segunda legislatura de Aznar inició lo que pudo ser el proceso de cierre definitivo del estado de las Autonomías, pero el PSOE nos devolvió a la Transición, con la diferencia de que ahora se trata de descentralizar lo ya descentralizado. Una vez instalados ahí, realmente, no había forma de parar los efectos de los agravios comparativos. Si los nacionalistas quieren más poder y más privilegios y hay un gobierno que se los va a conceder, ¿por qué van a ser menos los valencianos, los andaluces o los madrileños?

El PP ha sido incapaz de salir de ese círculo vicioso. Bastante comprensible electoralmente, porque en esta feria de reivindicaciones, el que no exige una mejora de la financiación o una nueva transferencia es el más tonto del país. Y la consecuencia es que el objetivo de un estado fuerte está desaparecido de nuestro debate político. Ni siquiera sobrevive entre las élites. Lo único que cuenta es quién arranca más y mejores privilegios para su coto político particular, también llamado comunidad autónoma.

Un partido de clausura
Por M. MARTÍN FERRAND

Un viejo paisano y veterano colega en la prensa gallega me telefonea, ignoro si por cuenta propia o ajena, para «explorar, si es que llegaran a producirse, los efectos mediáticos de un pacto entre algunos disidentes del PP y los socialistas de Emilio Pérez Touriño». Confieso mi sorpresa. Aun en el secreto de la miseria de la condición humana a los clásicos nos queda la consideración de las formas, y, mírese como se quiera, la hipótesis de que, mientras en Pontevedra se cuentan los votos de los residentes ausentes, haya esforzados -poco importa el bando- trabajando a favor de su propio futuro de poder y en contra de la sigla que les sostiene resulta obsceno. Mucho.

Luego, cuando los votos estén contados, caben los ejercicios de cintura, y aun así sigue vigente por una legislatura el contrato fáctico suscrito por los candidatos de cada lista con los electores de cada circunscripción. Otra cosa es lo que, con oportunidad y lucidez, apuntaba este pasado domingo en la Tercera de ABC José Antonio Zarzalejos. ¿Por qué el PP, con Fraga en su cabeza galaica, no puede explorar alguna modalidad de entendimiento o pacto con el BNG antes de retirarse, si las circunstancias lo exigen, a sus cuarteles de invierno? ¿Sólo los socialistas pueden llegar a puntos de concordia con una formación, como el Bloque, que es todo un catálogo de ideas y posiciones políticas?

Según nos va enseñando la perspectiva del tiempo, sabia maestra, el peor servicio que, entre muchos excelentes, le hizo José María Aznar al PP fue el de convertirlo, a lo largo de su segunda legislatura, en un partido de clausura, contemplador de su propio ombligo, sin más vistas al exterior que aquellas que exigen escala en Washington y sin otras relaciones en el interior que con los idénticos. Así se ha ido adelgazando un cuerpo político que, por sus frutos, estaba llamado a un mayor tiempo de gobierno. A esa parte de la herencia aznarita debe renunciar Mariano Rajoy para comportarse según las tradiciones de su pueblo natal, las notas de su carácter y la cortesía conservadora a llevarse bien y en concordia con todos cuantos se dejen.

El recuento de los votos emigrantes no cierra el proceso electoral en curso. Para el PSOE, obligado por una realidad numérica, se abre un tiempo de negociaciones y acuerdos; pero, aun en el supuesto de una renovada mayoría -que hasta el final de los recursos nadie es dichoso-, ¿no debiera Rajoy salir del claustro en que le encerraron las costumbres de su predecesor y hablar con los demás? El encerrarse en el monopolio de la oposición y, entre dos sesiones consecutivas de maitines, no hablar ni con ajenos ni con diferentes es una forma patológica de vivir el pluralismo que marca el tiempo y refleja la sociedad. Con mayoría absoluta o relativa, que la distancia tiene decimales, el PP podría gobernar en Galicia. Pagando el precio de la diferencia, claro está.

Opiniones en ABC. Deriva educativa.

La minoría absoluta
Por IGNACIO SÁNCHEZ CÁMARA
Las masas no aspiran a la mayoría; son la mayoría. Nada hay que oponer a su imperio político, siempre que se atempere con el respeto a la libertad y a los derechos de las personas. Todo debe oponerse a su dominio cultural y social. El imperio educativo de las masas es camino seguro hacia la barbarie. De ahí los estragos que suele provocar la planificación estatal de la educación, cuando los gobiernos aspiran a educar en lugar de limitarse a garantizar el derecho a la educación. Todo acto educativo es un diálogo entre dos: maestro y discípulo. Steiner y Ladjali, sabio famoso y joven profesora de Liceo de un suburbio parisiense, han dialogado sobre ese acto de transmisión de la excelencia, sobre la grandeza y melancolía de una vocación absoluta. No hay educación allí donde no se lleva al alumno hasta los confines de un mundo mejor, al que nunca habría llegado por sí mismo. Una cultura elevada no nos vacuna contra la barbarie, pero acaso dificulte su triunfo. Y esa cultura es siempre labor de una minoría apasionada y selecta. Hoy, a las masas no les basta con el poder; aspiran a educar y a tener razón. Les aguarda el fracaso.

Desvinculados, frágiles y errantes
Por Valentí PUIG
AULAS sin magisterio, ídolos tambaleantes, padres más amigos que padres: una gran parte de la juventud española carece de modelos de conducta, entre vientos que soplan sin concierto. La desvinculación o secularización como pérdida de capital social -según un análisis del Centro de Estudios de la Realidad Social- se produce al pasar de los 14 a los 15 años, en un conjunto de población juvenil ya más no religiosa que religiosa, mientras que en la etapa universitaria el nivel de religiosidad es más bajo que entre los no universitarios. En Cataluña se da la paradoja de que el nivel de religiosidad juvenil es inferior a la del conjunto de España, aun siendo una de las comunidades con mayor matriculación en las escuelas cristianas. Son indicios tangibles de un clima social hipercrítico con la religión, además de una quiebra del papel de la familia como transmisora de experiencia religiosa.

Desvinculados, frágiles y errantes: son rasgos de los jóvenes de hoy, según coincidía el sociólogo Javier Elzo, entrevistado el pasado sábado por ABC. Sumemos la banalización de la violencia, un 15 por ciento de familias con clima de agresividad aguda, indefensión y fragilidad del joven, un profesorado que teme la agresión del alumno, un 40 por ciento de familias en las que se ha renunciado a educar a los hijos. Los mecanismos de la desvinculación actúan casi por sí solos después de una racha de minimalismo ético y de la centralidad de lo lúdico en el «ante todo sentirse bien» de la sociedad del post-deber. Según datos del CIS, en el caso de la población de entre 18 y 24 años, la desvinculación significa un aumento de las supersticiones.

De acuerdo con el estudio del CERS, «el joven se desvincula de la religión por los mismos mecanismos profundos que lo hace de todo vínculo fuerte, entendido como aquel que implica obligaciones, que incorpora cultura del esfuerzo y del trascender de uno mismo, y vincularse a una comunidad y a unas responsabilidades». Ahí aparece, como un incipiente rasgo trágico, un dato subrayado por el profesor Elzo: la mala conciencia de los alumnos al reconocer que tratan mal a sus padres y que en la escuela tienen más libertad de la que deberían tener. Sí, desvinculados, frágiles y errantes: «Están pidiendo a gritos que les digan por dónde tienen que ir», dice Javier Elzo. No es paradójico que la sociedad de la abundancia no sepa proponer modelos de comportamiento exigente a sus jóvenes, porque todo se ha puesto muy fácil y por lo tanto quien obtiene inmediatamente lo que desea resulta ser alguien frágil. Era inevitable, además, que fueran los mismos jóvenes los que captasen ese vacío y lo fuesen llevando no pocas veces con la creencia en ídolos electrónicos, mediáticos, confusión de realidad y «play station».

La situación no es del todo nueva, pero está en el poder un gobierno de cuyas políticas puede sospecharse que quiera incentivarla, recorriendo otra vez las rutas del minimalismo, de la erosión de modelos, de la refutación del deber o el esfuerzo. En realidad, ¿a qué cohesión social se apunta Rodríguez Zapatero? Extraña conjura entre el laxismo y la devaluación de las virtudes públicas. Crisis, por tanto, de confianza. Reaparecen las supersticiones, nuevas sectas, viejos abstencionismos. Quién sabe si cierto efecto de compensación pendular reintroducirá en escena modelos de conducta equiparables al viejo profesor, al héroe, el perfil de un campanario, al padre respetado por ejercer como tal, al simple adulto que se comporta como le corresponde sin querer fingir juventud. Por el momento estamos en las cruzadas sentimentalistas, en la anorexia, la moral efímera y esa inquietante abundancia de jóvenes que buscan que les digan a gritos por dónde tienen que ir.

2005-06-27

Alucinaciones debidas al calor

No otra causa puede provocar que crea haber leído estas palabras:
"Siempre me ha resultado enternecedor que los mismos que invocan razones «bioéticas» para combatir las corridas de toros justifiquen la experimentación con embriones humanos, y aun la fusión de células madre humanas con embriones de ratón (proyecto digno del doctor Moreau impulsado por la Generalitat de Cataluña que el Ministerio de Sanidad acaba de autorizar); será porque, como afirman los ponentes de esta proposición de ley, se impone una «visión más fraternal en la relación entre los humanos y el resto de animales»".
Se me calificará retrógrado, inmovilista, antiprogresista..., no sé. Quizá no esté a la altura de los tiempos, donde progresista es todo el que reniega y combate el pasado, anula la Historia -incluso la natural- y pretende por eso suprimir las leyes naturales y los principios físicos, químicos, por no mencionar cuestiones filosóficas, éticas o morales, tan determinadas por la cultura contra la que se lucha y que hay que erradicar.
Si no logramos un consenso respecto a los principios de la termodinámica, creo que el Parlamento de Cataluña pronto propondrá su derogación.

Pero, volviendo a mis alucinaciones, aquí dejo el texto publicado en ABC, causante de mi perpleja contemplación del progreso interpretado por los progres.

Hay que ser animales
Por Juan Manuel DE PRADA

Tengo en mis manos una fotocopia de la proposición de ley presentada en el Parlamento Catalán por Esquerra Republicana el pasado 8 de abril de 2005. En ella se insta a la reforma de la ley autonómica de defensa de los animales, mediante la inclusión de una cláusula específica que prohíba las corridas de toros en territorio catalán. Actúan como ponentes los parlamentarios Joan Ridao y Oriol Amorós; el apellido de este último, coincidente con el de uno de los más finos intérpretes literarios del arte de la tauromaquia, me ha provocado una sonrisa paradójica. La proposición de ley se antecede de una delirante exposición de motivos que, misteriosamente, no ha sido glosada por la prensa, pese a incluir alguna barbaridad que ofende a la inteligencia, además de injuriar a los taurófilos. Lo cual nos obligaría a reflexionar muy amargamente sobre los resortes de autocensura que rigen el oficio periodístico, tan diligente en la denuncia de ciertos excesos que contrarían el catecismo progre pero más bien remolón o remiso cuando se trata de señalar las necedades superferolíticas que enfangan dicho catecismo. Que no son pocas ni diminutas, por cierto.

La citada exposición de motivos incorpora muy sabrosas mamarrachadas. Así, por ejemplo, leemos que «el toro comparte muchos aspectos de nuestro sistema neurológico y emotivo». También se constata «el cambio en la relación entre los humanos y el resto de animales, desde una visión absolutamente antropocéntrica, en la que se equiparaban animales y objetos, a una visión más fraternal, fundamentada entre otros motivos en evidencias científicas como la proximidad genética entre especies, o en el hecho de que, a la postre, todos los animales son el resultado de procesos evolutivos paralelos». Naturalmente, de toda esta cháchara evolucionista se desprende una serie de «obligaciones de carácter bioético» que la ley no debe soslayar. Siempre me ha resultado enternecedor que los mismos que invocan razones «bioéticas» para combatir las corridas de toros justifiquen la experimentación con embriones humanos, y aun la fusión de células madre humanas con embriones de ratón (proyecto digno del doctor Moreau impulsado por la Generalitat de Cataluña que el Ministerio de Sanidad acaba de autorizar); será porque, como afirman los ponentes de esta proposición de ley, se impone una «visión más fraternal en la relación entre los humanos y el resto de animales». Conque, hala, a crear fraternalmente engendros genéticos.


Pero ya se sabe que la defensa a ultranza de los animales suele ser la coartada que emplean quienes desprecian olímpicamente la vida humana, según nos enseñó Hitler, tan devoto de sus perritos. Metidos en la harina de las mistificaciones, los ponentes de la citada proposición de ley no tienen rebozo en afirmar -agárrense los machos- que «la violencia ejercida contra los animales tiene muy a menudo una relación directa con otras formas de violencia ejercida contra los miembros de la sociedad percibidos como los más débiles por sus agresores, como pueden ser las mujeres, los niños, los ancianos o los inmigrantes». Lo cual, traducido al román paladino, significa que los amantes de los toros son maltratadores y xenófobos en potencia; tamaño desbarre no se le hubiese ocurrido ni a un discípulo de Lombroso empachado de sustancias lisérgicas. Aquí se comprueba que las incontinencias proferidas en sede parlamentaria sólo suscitan revuelo periodístico si se dirigen contra ciertos colectivos santificados por el catecismo progre; a los amantes de los toros, en cambio, se les puede poner como chupa de dómine sin que la prensa se inmute. Definitivamente, el espectáculo taurino tiene los días contados, salvo que surja por ahí alguna asociación gay taurófila dispuesta a reivindicar sus derechos.

2005-06-25

Carta de los Derechos de la Familia

Quizás el acercamiento a las ideas nos resulte sorprendente y nos descubra mundos nuevos, o ayude a disipar dudas o errores. Ojalá no rechacemos nunca la oferta de un compañero para continuar descubriendo el mundo, mientras buscamos el camino de la verdad.
Mas convendría desconfiar de quien nos asegura que ya conoce el camino de la Verdad, mientras insiste en que le sigamos ciegamente.


Pontificio Consejo para la Familia - 22/10/1983


Carta de los derechos de la familia presentada por la Santa Sede a todas las personas, instituciones y autoridades interesadas en la mision de la familia en el mundo contemporáneo

Introducción

La «Carta de los Derechos de la Familia» responde a un voto formulado por el Sínodo de los obispos reunidos en Roma en 1980, para estudiar el tema «El papel de la familia cristiana en el mundo contemporáneo» (cfr. Proposición 42). Su Santidad el Papa Juan Pablo II, en la Exhortación Apostólica Familiaris consortio (n. 46) aprobó el voto del Sínodo e instó a la Santa Sede para que preparara una Carta de los Derechos de la Familia destinada a ser presentada a los organismos y autoridades interesadas.

Es importante comprender exactamente la naturaleza y el estilo de la Carta tal como es presentada aquí. Este documento no es una exposición de teología dogmática o moral sobre el matrimonio y la familia, aunque refleja el pensamiento de la Iglesia sobre la materia. No es tampoco un código de conducta destinado a las personas o a las instituciones a las que se dirige. La Carta difiere también de una simple declaración de principios teóricos sobre la familia. Tiene más bien la finalidad de presentar a todos nuestros contemporáneos, cristianos o no, una formulación —lo más completa y ordenada posible— de los derechos fundamentales inherentes a esta sociedad natural y universal que es la familia.

Los derechos enunciados en la Carta están impresos en la conciencia del ser humano y en los valores comunes de toda la humanidad. La visión cristiana está presente en esta Carta como luz de la revelación divina que esclarece la realidad natural de la familia. Esos derechos derivan en definitiva de la ley inscrita por el Creador en el corazón de todo ser humano. La sociedad está llamada a defender esos derechos contra toda violación, a respetarlos y a promoverlos en la integridad de su contenido.

Los derechos que aquí se proponen han de ser tomados según el carácter específico de una «Carta». En algunos casos, conllevan normas propiamente vinculantes en el plano jurídico; en otros casos, son expresión de postulados y de principios fundamentales para la elaboración de la legislación y desarrollo de la política familiar. En todo caso, constituyen una llamada profética en favor de la institución familiar que debe ser respetada y defendida contra toda agresión.

Casi todos estos derechos han sido expresados ya en otros documentos, tanto de la Iglesia como de la comunidad internacional. La presente Carta trata de ofrecer una mejor elaboración de los mismos, definirlos con más claridad y reunirlos en una presentación orgánica, ordenada y sistemática. En el anexo se podrá encontrar la indicación de «fuentes y referencias» de los textos en que se han inspirado algunas de las formulaciones.

La Carta de los Derechos de la Familia es presentada ahora por la Santa Sede, organismo central y supremo de gobierno de la Iglesia católica. El documento ha sido enriquecido por un conjunto de observaciones y análisis reunidos tras una amplia consulta a las Conferencias episcopales de toda la Iglesia, así como a expertos en la materia y que representan culturas diversas.

La Carta está destinada en primer lugar a los Gobiernos.

Al reafirmar, para bien de la sociedad la conciencia común de los derechos esenciales de la familia, la Carta ofrece a todos aquellos que comparten la responsabilidad del bien común un modelo y una referencia para elaborar la legislación y la política familiar, y una guía para los programas de acción.

Al mismo tiempo la Santa Sede propone con confianza este documento a la atención de las Organizaciones Internacionales e intergubernamentales que, por su competencia y su acción en la defensa y promoción de los derechos del hombre, no pueden ignorar o permitir las violaciones de los derechos fundamentales de la familia.

La Carta, evidentemente, se dirige también a las familias mismas: ella trata de fomentar en el seno de aquéllas la conciencia de la función y del puesto irreemplazable de la familia; desea estimular a las familias a unirse para la defensa y la promoción de sus derechos; las anima a cumplir su deber de tal manera que el papel de la familia sea más claramente comprendido y reconocido en el mundo actual.

La Carta se dirige finalmente a todos, hombres y mujeres, para que se comprometan a hacer todo lo posible, a fin de asegurar que los derechos de la familia sean protegidos y que la institución familiar sea fortalecida para bien de toda la humanidad, hoy y en el futuro.

La Santa Sede, al presentar esta Carta, deseada por los representantes del Episcopado mundial, dirige una llamada particular a todos los miembros y a todas las instituciones de la Iglesia, para que den un testimonio claro de sus convicciones cristianas sobre la misión irreemplazable de la familia, y procuren que familias y padres reciban el apoyo y estímulo necesarios para el cumplimiento de la tarea que Dios les ha confiado.

Carta de los derechos de la familia

Preámbulo


Considerando que:

A. los derechos de la persona, aunque expresados como derechos del individuo, tienen una dimensión fundamentalmente social que halla su expresión innata y vital en la familia;
[Rerum novarum, 9; Gaudium et spes, 24.]

B. la familia está fundada sobre el matrimonio, esa unión íntima de vida, complemento entre un hombre y una mujer, que está constituida por el vínculo indisoluble del matrimonio, libremente contraído, públicamente afirmado, y que está abierta a la transmisión de la vida;
[Pacem in terris, parte I; Gaudium et spes, 48 y 50; Familiaris consortio, 19; Codex Iuris Canonici, 1056.]

C. el matrimonio es la institución natural a la que está exclusivamente confiada la misión de transmitir la vida;
[Gaudium et spes, 50; Humanae vitae, 12; Familiaris consortio, 28.]

D. la familia, sociedad natural, existe antes que el Estado o cualquier otra comunidad, y posee unos derechos propios que son inalienables;
[Rerum novarum, 9 y 10; Familiaris consortio, 45.]

E. la familia constituye, más que una unidad jurídica, social y económica, una comunidad de amor y de solidaridad, insustituible para la enseñanza y transmisión de los valores culturales, éticos, sociales, espirituales y religiosos, esenciales para el desarrollo y bienestar de sus propios miembros y de la sociedad;
[Familiaris consortio, 43.]

F. la familia es el lugar donde se encuentran diferentes generaciones y donde se ayudan mutuamente a crecer en sabiduría humana y a armonizar los derechos individuales con las demás exigencias de la vida social;
[Gaudium et spes, 52; Familiaris consortio, 21.]

G. la familia y la sociedad, vinculadas mutuamente por lazos vitales y orgánicos, tienen una función complementaria en la defensa y promoción del bien de la humanidad y de cada persona;
[Gaudium et spes, 52; Familiaris consortio, 42 y 45.]

H. la experiencia de diferentes culturas a través de la historia ha mostrado la necesidad que tiene la sociedad de reconocer y defender la institución de la familia;

I. la sociedad, y de modo particular el Estado y las Organizaciones Internacionales, deben proteger la familia con medidas de carácter político, económico, social y jurídico, que contribuyan a consolidar la unidad y la estabilidad de la familia para que pueda cumplir su función específica;
[Familiaris consortio, 45.]

J. los derechos, las necesidades fundamentales, el bienestar y los valores de la familia, por más que se han ido salvaguardando progresivamente en muchos casos, con frecuencia son ignorados y no raras veces minados por leyes, instituciones y programas socio-económicos;
[Familiaris consortio, 46.]

K. muchas familias se ven obligadas a vivir en situaciones de pobreza que les impiden cumplir su propia misión con dignidad;
[Familiaris consortio, 6 y 77.]

L. la Iglesia Católica, consciente de que el bien de la persona, de la sociedad y de la Iglesia misma pasa por la familia, ha considerado siempre parte de su misión proclamar a todos el plan de Dios intrínseco a la naturaleza humana sobre el matrimonio y la familia, promover estas dos instituciones y defenderlas de todo ataque dirigido contra ellas;
[Familiaris consortio, 3 y 46.]

M. el Sínodo de los Obispos celebrado en 1980 recomendó explícitamente que se preparara una Carta de los Derechos de la Familia y se enviara a todos los interesados;
[Familiaris consortio, 46.]

la Santa Sede, tras haber consultado a las Conferencias Episcopales, presenta ahora esta Carta de los derechos de la familia e insta a los Estados, Organizaciones Internacionales y a todas las Instituciones y personas interesadas, para que promuevan el respeto de estos derechos y aseguren su efectivo reconocimiento y observancia.


Artículo 1

[Rerum novarum, 9; Pacem in terris, parte 1; Gaudium et spes, 26; Declaración universal de los Derechos Humanos, 16, 1.
a) Codex Iuris Canonici, 1058 y 1077; Declaración universal, 16, 1.
b) Gaudium et spes, 52; Familiaris consortio, 81.
c) Gaudium et spes, 52; Familiaris consortio, 81 y 82.]


Todas las personas tienen el derecho de elegir libremente su estado de vida y por lo tanto derecho a contraer matrimonio y establecer una familia o a permanecer célibes.

a) Cada hombre y cada mujer, habiendo alcanzado la edad matrimonial y teniendo la capacidad necesaria, tiene el derecho de contraer matrimonio y establecer una familia sin discriminaciones de ningún tipo; las restricciones legales a ejercer este derecho, sean de naturaleza permanente o temporal, pueden ser introducidas únicamente cuando son requeridas por graves y objetivas exigencias de la institución del matrimonio mismo y de su carácter social y público; deben respetar, en todo caso, la dignidad y los derechos fundamentales de la persona.

b) Todos aquellos que quieren casarse y establecer una familia tienen el derecho de esperar de la sociedad las condiciones morales, educativas, sociales y económicas que les permitan ejercer su derecho a contraer matrimonio con toda madurez y responsabilidad.

c) El valor institucional del matrimonio debe ser reconocido por las autoridades públicas; la situación de las parejas no casadas no debe ponerse al mismo nivel que el matrimonio debidamente contraído.

Artículo 2
[Gaudium et spes, 52; Codex Iuris Canonici, 1057; Declaración universal, 16, 2.
a) Gaudium et spes, 52.
b) Dignitatis humanae, 6.
c) Gaudium et spes, 49; Familiaris consortio, 19 y 22; Codex Iuris Canonici, 1135; Declaración universal, 16, 1.]

El matrimonio no puede ser contraído sin el libre y pleno consentimiento de los esposos debidamente expresado.

a) Con el debido respeto por el papel tradicional que ejercen las familias en algunas culturas guiando la decisión de sus hijos, debe ser evitada toda presión que tienda a impedir la elección de una persona concreta como cónyuge.

b) Los futuros esposos tienen el derecho de que se respete su libertad religiosa. Por lo tanto, el imponer como condición previa para el matrimonio una abjuración de la fe, o una profesión de fe que sea contraria a su conciencia, constituye una violación de este derecho.

c) Los esposos, dentro de la natural complementariedad que existe entre hombre y mujer, gozan de la misma dignidad y de iguales derechos respecto al matrimonio.

Artículo 3
[Populorum progressio, 37; Gaudium et spes, 50 y 87; Humanae vitae, 10; Familiaris consortio, 30 y 46.
a) Familiaris consortio, 30.
b) Familiaris consortio, 30.
c) Gaudium et spes, 50.]


Los esposos tienen el derecho inalienable de fundar una familia y decidir sobre el intervalo entre los nacimientos y el número de hijos a procrear, teniendo en plena consideración los deberes para consigo mismos, para con los hijos ya nacidos, la familia y la sociedad, dentro de una justa jerarquía de valores y de acuerdo con el orden moral objetivo que excluye el recurso a la contracepción, la esterilización y el aborto.

a) Las actividades de las autoridades públicas o de organizaciones privadas, que tratan de limitar de algún modo la libertad de los esposos en las decisiones acerca de sus hijos constituyen una ofensa grave a la dignidad humana y a la justicia.

b) En las relaciones internacionales, la ayuda económica concedida para la promoción de los pueblos no debe ser condicionada a la aceptación de programas de contracepción, esterilización o aborto.

c) La familia tiene derecho a la asistencia de la sociedad en lo referente a sus deberes en la procreación y educación de los hijos. Las parejas casadas con familia numerosa tienen derecho a una ayuda adecuada y no deben ser discriminadas.

Artículo 4
[Gaudium et spes, 51; Familiaris consortio, 26.
a) Humanae vitae, 14; Declaración sobre el aborto provocado (S. Congregación para la Doctrina de la Fe), 18 de noviembre de 1974; Familiaris consortio, 30.
b) Juan Pablo II, Discurso a la Academia pontificia de las ciencias, 23 de octubre de 1982.
d) Declaración universal, 25, 2; Declaración sobre los Derechos del Niño, Preámbulo y 4.
e) Declaración universal, 25, 2.
f) Familiaris consortio, 41.
g) Familiaris consortio, 77.]

La vida humana debe ser respetada y protegida absolutamente desde el momento de la concepción.

a) El aborto es una directa violación del derecho fundamental a la vida del ser humano.

b) El respeto por la dignidad del ser humano excluye toda manipulación experimental o explotación del embrión humano.

c) Todas las intervenciones sobre el patrimonio genético de la persona humana que no están orientadas a corregir las anomalías, constituyen una violación del derecho a la integridad física y están en contraste con el bien de la familia.

d) Los niños, tanto antes como después del nacimiento, tienen derecho a una especial protección y asistencia, al igual que sus madres durante la gestación y durante un período razonable después del alumbramiento.

e) Todos los niños, nacidos dentro o fuera del matrimonio, gozan del mismo derecho a la protección social para su desarrollo personal integral.

f) Los huérfanos y los niños privados de la asistencia de sus padres o tutores deben gozar de una protección especial por parte de la sociedad. En lo referente a la tutela o adopción, el Estado debe procurar una legislación que facilite a las familias idóneas acoger a niños que tengan necesidad de cuidado temporal o permanente y que al mismo tiempo respete los derechos naturales de los padres.

g) Los niños minusválidos tienen derecho a encontrar en casa y en la escuela un ambiente conveniente para su desarrollo humano.

Artículo 5
[Divini illius magistri, 27-34; Gravissimum educationis, 3; Familiaris consortio, 36; Codex Iuris Canonici, 793 y 1136.
a) Familiaris consortio, 46.
b) Gravissimum educationis, 7; Dignitatis humanae, 5; Juan Pablo II, Libertad religiosa y el Acta final de Helsinki (Carta a los Jefes de las naciones signatarias del Acta final de Helsinki), 4b; Familiaris consortio, 40; Codex Iuris Canonici, 797.
c) Dignitatis humanae, 5; Familiaris consortio, 37 y 40.
d) Dignitatis humanae, 5; Familiaris consortio, 40.
e) Familiaris consortio, 40; Codex Iuris Canonici, 796.
f) Pablo VI, Mensaje para la Tercera Jornada Mundial de las Comunicaciones Sociales, 1969; Familiaris consortio, 76.]


Por el hecho de haber dado la vida a sus hijos, los padres tienen el derecho originario, primario e inalienable de educarlos; por esta razon ellos deben ser reconocidos como los primeros y principales educadores de sus hijos.

a) Los padres tienen el derecho de educar a sus hijos conforme a sus convicciones morales y religiosas, teniendo presentes las tradiciones culturales de la familia que favorecen el bien y la dignidad del hijo; ellos deben recibir también de la sociedad la ayuda y asistencia necesarias para realizar de modo adecuado su función educadora.

b) Los padres tienen el derecho de elegir libremente las escuelas u otros medios necesarios para educar a sus hijos según sus conciencias. Las autoridades públicas deben asegurar que las subvenciones estatales se repartan de tal manera que los padres sean verdaderamente libres para ejercer su derecho, sin tener que soportar cargas injustas. Los padres no deben soportar, directa o indirectamente, aquellas cargas suplementarias que impiden o limitan injustamente el ejercicio de esta libertad.

c) Los padres tienen el derecho de obtener que sus hijos no sean obligados a seguir cursos que no están de acuerdo con sus convicciones morales y religiosas. En particular, la educación sexual —que es un derecho básico de los padres— debe ser impartida bajo su atenta guía, tanto en casa como en los centros educativos elegidos y controlados por ellos.

d) Los derechos de los padres son violados cuando el Estado impone un sistema obligatorio de educación del que se excluye toda formación religiosa.

e) El derecho primario de los padres a educar a sus hijos debe ser tenido en cuenta en todas las formas de colaboración entre padres, maestros y autoridades escolares, y particularmente en las formas de participación encaminadas a dar a los ciudadanos una voz en el funcionamiento de las escuelas, y en la formulación y aplicación de la política educativa.

f) La familia tiene el derecho de esperar que los medios de comunicación social sean instrumentos positivos para la construcción de la sociedad y que fortalezcan los valores fundamentales de la familia. Al mismo tiempo ésta tiene derecho a ser protegida adecuadamente, en particular respecto a sus miembros más jóvenes, contra los efectos negativos y los abusos de los medios de comunicación.

Artículo 6
[Familiaris consortio, 46.
a) Rerum novarum, 10; Familiaris consortio, 46; Convención internacional sobre los Derechos civiles y políticos, 17.
b) Gaudium et spes, 48 y 50.]

La familia tiene el derecho de existir y progresar como familia.

a) Las autoridades públicas deben respetar y promover la dignidad, justa independencia, intimidad, integridad y estabilidad de cada familia.

b) El divorcio atenta contra la institución misma del matrimonio y de la familia.

c) El sistema de familia amplia, donde exista, debe ser tenido en estima y ayudado en orden a cumplir su papel tradicional de solidaridad y asistencia mutua, respetando a la vez los derechos del núcleo familiar y la dignidad personal de cada miembro.

Artículo 7
[Dignitatis humanae, 5; Libertad religiosa y el Acta final de Helsinki, 4b; Convención internacional sobre los Derechos civiles y políticos, 18.]

Cada familia tiene el derecho de vivir libremente su propia vida religiosa en el hogar, bajo la dirección de los padres, así como el derecho de profesar públicamente su fe y propagarla, participar en los actos de culto en público y en los programas de instrucción religiosa libremente elegidos, sin sufrir alguna discriminación.

Artículo 8
[Familiaris consortio, 44 y 48.
a) Apostolicam actuositatem, 11; Familiaris consortio, 46 y 72.
b) Familiaris consortio, 44 y 45.]


La familia tiene el derecho de ejercer su función social y política en la construcción de la sociedad.

a) Las familias tienen el derecho de formar asociaciones con otras familias e instituciones, con el fin de cumplir la tarea familiar de manera apropiada y eficaz, así como defender los derechos, fomentar el bien y representar los intereses de la familia.

b) En el orden económico, social, jurídico y cultural, las familias y las asociaciones familiares deben ver reconocido su propio papel en la planificación y el desarrollo de programas que afectan a la vida familiar.

Artículo 9
[Laborem exercens, 10 y 19; Familiaris consortio, 45; Declaración universal, 16, 3 y 22; Convención internacional sobre los Derechos económicos, sociales y culturales, 10, 1.
a) Mater et magistra, parte II; Laborem exercens, 10; Familiaris consortio, 45; Declaración universal, 22 y 25; Convención internacional sobre los Derechos económicos, sociales y culturales, 7, a, ii.
b) Familiaris consortio, 45 y 46; Declaración universal, 25, 1; Convención internacional sobre los Derechos económicos, sociales y culturales, 9, 10, 1 y 10, 2.
c) Gaudium et spes, 52; Familiaris consortio, 27.]

Las familias tienen el derecho de poder contar con una adecuada política familiar por parte de las autoridades públicas en el terreno jurídico, económico, social y fiscal, sin discriminación alguna.

a) Las familias tienen el derecho a unas condiciones económicas que les aseguren un nivel de vida apropiado a su dignidad y a su pleno desarrollo. No se les puede impedir que adquieran y mantengan posesiones privadas que favorezcan una vida familiar estable; y las leyes referentes a herencias o transmisión de propiedad deben respetar las necesidades y derechos de los miembros de la familia.

b) Las familias tienen derecho a medidas de seguridad social que tengan presentes sus necesidades, especialmente en caso de muerte prematura de uno o ambos padres, de abandono de uno de los cónyuges, de accidente, enfermedad o invalidez, en caso de desempleo, o en cualquier caso en que la familia tenga que soportar cargas extraordinarias en favor de sus miembros por razones de ancianidad, impedimentos físicos o psíquicos, o por la educación de los hijos.

c) Las personas ancianas tienen el derecho de encontrar dentro de su familia o, cuando esto no sea posible, en instituciones adecuadas, un ambiente que les facilite vivir sus últimos años de vida serenamente, ejerciendo una actividad compatible con su edad y que les permita participar en la vida social.

d) Los derechos y necesidades de la familia, en especial el valor de la unidad familiar, deben tenerse en consideración en la legislación y política penales, de modo que el detenido permanezca en contacto con su familia y que ésta sea adecuadamente sostenida durante el período de la detención.

Artículo 10
[Laborem exercens, 19; Familiaris consortio, 77; Declaración universal, 23, 3.
a) Laborem exercens, 19; Familiaris consortio, 23 y 81.
b) Familiaris consortio, 23.]


Las familias tienen derecho a un orden social y económico en el que la organización del trabajo permita a sus miembros vivir juntos, y que no sea obstáculo para la unidad, bienestar, salud y estabilidad de la familia, ofreciendo también la posibilidad de un sano esparcimiento.

a) La remuneración por el trabajo debe ser suficiente para fundar y mantener dignamente a la familia, sea mediante un salario adecuado, llamado «salario familiar», sea mediante otras medidas sociales como los subsidios familiares o la remuneración por el trabajo en casa de uno de los padres; y debe ser tal que las madres no se vean obligadas a trabajar fuera de casa en detrimento de la vida familiar y especialmente de la educación de los hijos.

b) El trabajo de la madre en casa debe ser reconocido y respetado por su valor para la familia y la sociedad.

Artículo 11
[Apostolicam actuositatem, 8; Familiaris consortio, 81; Convención internacional sobre los Derechos económicos, sociales y culturales, 11, 1.]

La familia tiene derecho a una vivienda decente, apta para la vida familiar, y proporcionada al número de sus miembros, en un ambiente físicamente sano que ofrezca los servicios básicos para la vida de la familia y de la comunidad.

Artículo 12
[Familiaris consortio, 77; Carta social europea, 19.]

Las familias de emigrantes tienen derecho a la misma protección que se da a las otras familias.

a) Las familias de los inmigrantes tienen el derecho de ser respetadas en su propia cultura y recibir el apoyo y la asistencia en orden a su integración dentro de la comunidad, a cuyo bien contribuyen.

b) Los trabajadores emigrantes tienen el derecho de ver reunida su familia lo antes posible.

c) Los refugiados tienen derecho a la asistencia de las autoridades públicas y de las organizaciones internacionales que les facilite la reunión de sus familias.